Pensarías que esta semana, tras días de descanso y haber
disfrutado, en familia, gozosos momentos compartidos, no habría ya cuento
semanal. Pues no, aquí está.
Que estés bien y tengas una semana de luz primaveral.
Con cariño, como siempre.
Un cálido abrazo de luz.
¿Qué pasará el día de mañana con estos escritos míos? Sé que
no los veré. La enfermedad ocular con la que nací avanza sin tregua. Qué más
dará que tenga buena o mala caligrafía. Total, para que queden arrumbados en
algún viejo baúl o, más aún, para que sean enterrados en la tumba del olvido o
sean pasto de voraces roedores.
No sé. Si aún tuviese la ilusión de que fueran a ser considerados
como auténticos códices miniados, si yo fuera uno de aquellos copistas de los
monasterios medievales… Qué va. Únicamente soy un esforzado estudiante que se
deja su precaria agudeza visual en unos cuadernos con cuadrículas donde
inscribir las letras de los apuntes y lecciones del viejo maestro don Eloy.
Dicen que mi letra no
es mala, que tiene su punto gracioso, picuda y redondilla a un tiempo. Yo qué
sé. Bastante tengo con enterarme de lo que voy plasmando en el papel.
-Tío, ¿tú cuando tenías mi edad escribías con lápiz o a boli?
¿O ya usabas los puntitos?
-No, querida niña. Yo escribía, Sí, sí. A saber adónde
habrán ido todos aquellos cuadernos míos. Cada vez fui escribiendo peor, llegué
a amontonar unos renglones sobre otros. Qué pena. Y eso que escribía con pluma.
¿Sabes? Llegué a entregar exámenes que ocupaban 60 hojas.
- Qué barbaridad. Y ahora, ¿sabrías escribir?
-No, Susana. Se me ha olvidado. Y mi firma es una cutrada. A
mí que me gustaba firmar con todas las letras de mi nombre y apellido.
-Los puntos están bien. Aunque no los pintes con colores ni
les hagas formas. Y ahora el ordenata te ayuda mucho, ¿verdad?
-Bueno, sí: Es verdad, aunque a mí me gustaba escribir bien
a mano.
Así ha ido
transcurriendo el tiempo. Tío y sobrina pasean juntos, él cogido del brazo de
ella. Ella preguntando siempre, curiosa por saber más del mundo de tinieblas de
su tío.
-Tío, ¿cómo imaginas que soy yo? ¿Cómo sabes si una chica es
guapa o no? ¿Cómo eliges la ropa que vistes? ¿Cómo haces para comprar en el
súper?
Preguntas, preguntas de niña que aprende y que luego, ante sus
compis de clase presume de saber, haciendo gala de lo listo que es su tío.
Y aquellos viejos cuadernos, ¿qué habrá sido de ellos?
Cuántas horas pasó vertiendo nombres y fechas de la
Historia, causas y consecuencias de acontecimientos, figuras literarias, fórmulas,
poemas de adolescente, cuentos perdidos.
Sí, aquellos viejos cuadernos de cubiertas verdes en los que
las tablas de multiplicar desplegaban el misterio de los números. Aquellos
viejos cuadernos en blanco, dispuestos para recibir sus letras, sus dibujos,
incluso.
La sobrina que, en el pasado fue niña, que preguntó y preguntó, hoy es ya
mayor. Ha conquistado su futuro.
Y el tío que, una vez, llenó viejos cuadernos con su
caligrafía herida, es ya un anciano que se siente derrotado por el futuro.
¿Y saben una cosa?
Esa misma sobrina ha encontrado al fin un tesoro largamente
buscado. Estaban en el desván de la vivienda del pueblo, tras una falsa pared
que hicieron so pretexto de afianzar el tejado de la vieja casa familiar.
Le han dicho que, al ir a reconstruirla para adaptarla a las
nuevas necesidades de los actuales dueños, sus primos, , han dado con un montón
de papeles que debieron pertenecer a su padre, ya fallecido, y al otro tío, el ciego, claro.
-¡Tío, tío! ¡Tus viejos cuadernos! Qué chulos son. Es
verdad: tenías una letra muy hermosa.
-Ay, hija. Mi niña, mi sobrina favorita.
Déjame tocarlos, al menos. Huelen a polvo, a olvido, a nostalgia.
-Me los regalas, ¿a que sí?
-Tuyos son, ¿de quién si no?
-Ala, si hasta hay un diario. ¿Cuántos secretos contendrá?
-Ay ay ay. No sé si deberías leerlo.
-Que sí, tío; que no me reiré de lo que en él digas. Igual
hablas de… ¿alguna novia que tuviste?
-No creo. ¿A quién iba yo a querer? ¿Quién me habría de
haber querido a mí?
2 comentarios:
Alberto, que tus relatos nunca dejan indiferente a nadie. Sí, un bello cuento cargado de nostalgia pero enternecedor y salpicado de esa emotividad que te caracteriza.
¿Quién los leerá? ¿Quién querrá leer esos cuadernos? Pues mucha gente, como yo, tenemos el placer de leer todos tus relatos, los que irás recopilando en libros, porque no paran de deleitarnos y son muy buenos.
¿Quién le habrá querido? ¿Quién le querrá? Pues tanta y tanta gente que se lo demuestra día a día, aunque no se trate de idilios platónicos como el acontecido entre Huellitas y Alma... Un encanto leerte. Gracias por los buenos ratos que nos regalas. Feliz semana.
Rosa, sí... ¿quién me leerá? Lo sé, gente buena como tú, gente fantástica.
Ahí seguimos creando historias de magia, nostalgia, esperanza, amistad.
Besos de luz agradecidos.
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