Quiero compartir contigo este pequeño relato mío con el que
pretendo recordar la figura egregia de Louis Braille, de cuyo nacimiento mañana
se cumplen 204 años.
Para él mi máximo respeto y admiración, mi deuda por su
legado y ejemplo.
Va por él y por los ppuntos que gestó.
-No lo creerán pero yo jugué con él. Soy Amélie Blanchart y
ahora desempeño un importante puesto en la Corte de la emperatriz Eugenia como
camarera mayor.
-A mí tampoco lo harán si les digo que yo estudié con él y
que fui compañero suyo en el Colegio. Soy Pierre Henry y andando el tiempo
escribiré su biografía.
-Pues anda que a mí… que fui afinador de pianos en Saint
Nicolas cuando él era organista allá por 1833. Señorías, respondo al nombre de
Alphonse du Roi y ya casi ni oigo, estoy muy viejo ahora, aunque bien que
ejercí mi profesión en las mayores iglesias de la patria con honores y el máximo
respeto de canónigos y arzobispos.
Los tres que nos hablan aquí han tenido, o así nos lo dice
la imaginación, relación con el genio de la luz, los tres le conocieron, háganme
caso. ¿Hacer caso a un duende? ¿Cómo ha de ser eso? Jejeje.
-Yo recuerdo cómo sufrieron sus padres ante el accidente,
cómo su hermana le llevaba de la mano a los oficios religiosos o por las
arboledas y prados. Qué listo era. Si una niña como yo, a sus 14 años puede
enamorarse, yo lo llegué a amar. Verle su mirada velada pero soñadora, su entereza
imperturbable, su cabezonería con aquellos ensayos suyos era maravilloso. Me
gustaba contemplarle, sentado junto al castaño de la plaza de nuestro pueblo,
delgado, reflexivo, sereno.
-Yo recuerdo cuando le conocí. Era un chico
despierto, inteligente. Le costó adaptarse a aquellos muros lóbregos y húmedos
del colegio, con sus interminables recovecos de escaleras y pasillos; en cambio,
pronto dominó las reglas que los maestros nos inculcaban con aquellos libracos
gigantes de letras para ser tocadas. Cómo olvidar el día en que el capitán
Barbier mostró su idea. Todos percibimos en nuestro compañero un fuego nuevo.
Ver, no veríamos, pero ese fuego… ¡era increíble la pasión con que se puso a la
tarea.
-Yo, a mi vez, le escuchaba tocar con manos maestras, era
una delicia sentir el arrebato de las notas que salían de su alma acercándonos
al creador.
-Qué pronto enfermó. Cómo le costaba respirar. No, no se
quejaba nunca. Era un ejemplo para todos, siempre animoso y ofreciéndose para
ser amigo, consejero cercano, padre.
-El día que murió los
Reyes Magos vinieron a buscarle para llevarlo con ellos al cielo. Una estrella
con forma de puntitos luminosos, seis, nació entonces para siempre.
-Es verdad, ese día se obró un gran milagro, bueno antes
habíanse producido otros con él como actor: los ciegos veríamos a través de los
dedos, gracias a él y su invento, seríamos arqueólogos de la palabra iluminando
letras hechas de puntos.
Doncella, amigo y artesano recuerdan, lo han adivinado ya,
¿verdad? A su admirado Louis braille. Nos encontramos en 1870, es 4 de enero.
Dos días antes, Napoleón III ha convertido su imperio en monarquía constitucional.
Muchos otros hitos históricos acaecerán ese año: nacerá un tal Lenin aunque
fallecerá Charles Dickens, París será sitiado por tropas prusianas y morirá asesinado un general español, Juan
Prim.
Todo eso ignoran los tres reunidos ante la sencilla tumba
del cementerio de Coupvray, han unido sus manos en señal de recuerdo y respeto
al tiempo que comparten sus vivencias y anécdotas. En medio de la nostalgia y
la memoria, a un tiempo, alguna lagrimilla y otra sonrisa tenue quieren
escaparse de ellos.
¿Y yo? ¿Quién creen que soy? Un testigo, un discípulo, un
duende. No saben que les he escuchado, no me ven pero estoy allí. He llegado de
lejos, mi tiempo es otro. En mi presente las máquinas son las que mandan; la
prisa, impera; mucho ha cambiado todo. Bueno, todo no. Los puntos que Louis
Braille creó siguen vivos, mantienen su presencia imprescindible y hay aún
gentes que los usan. Al maestro de Coupvray le siguen recordando muchos ciegos
y ciegas de mi mundo.
¿Y saben? Hay un señor que se ha empeñado en dejar su huella
de luz dándonos vida a mí y a los personajes de esta historia. ¿Y todo para
qué? Para expresar sus sentimientos en forma de fantasía, sentimientos de
gratitud, admiración y homenaje.
Yo, por algo soy un duende, me he subido a lomos del punzón
con que aquel chico de 16 años practicó incisiones en un recio papel y se lo he
traído de regalo desde aquel taller de guarnicionería en que algo increíble
pasó: un niño que ve se queda ciego pero ese ciego acabará por enseñar el
verdadero significado de la palabra luz.
-Uy, ¿qué tengo aquí? Anda, si es un punzón. Qué chulo, qué
agradable es su tocar, ¿Quién me lo habrá traído? ¿De dónde habrá salido?
-Vamos, Amélie. Deja que me coja de tu brazo. Vayámonos,
volvamos al lugar de donde salimos, al país de la ilusión. A lo mejor allí…
Louis…
-Sí, en Ilusión lo encontraremos, rodeado de gente, como
siempre, con su pauta y su punzón, escribiendo, leyendo, creando, iluminando.
-Me marcho, me marcho aprisa antes de que Albertito se dé
cuenta de que ese punzón se lo ha regalado… doña Rosalena, la guapa que siempre
calla. Adiós adiós que me cuelo por la rendija de esa fina pared que separa
realidad e imaginación. Hasta la vista. Ah no. Que a los ciegos no se les dice
eso, ¿o sí?
2 comentarios:
Me quito el sombrero ante genios como el profesor Louis Braille por ser ejemplo de lucha y superación y también por el bien que ha significado para la humanidad su innovador sistema de lectura. El ejemplo de personas así nos debería hacer reflexionar para agradecer cada día lo que tenemos y dejar de lamentarnos por lo que no tenemos. Porque en esta vida, son paciencia y perseverancia se conquistan hasta las cimas más altas. Siempre se ha dicho que hace más quien quiere que quien puede. Y así es.
Alberto, gracias por compartir con nosotros esta bella historia.
Rosa, sin duda que el ejemplo de Louis Braille es algo que no debe olvidarse y debería de darse a conocer más, lo mismo que otros casos que demuestran la grandeza del ser humano.
En la actualidad también hay personas grandes que aportan mucho pero que desconocemos. En la medida que yo pueda trataré de dar a conocerlas.
Bueno, que sigamos aprendiendo.
Besitos rosaabambúados.
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