Después de haber disfrutado de un excelente monólogo
teatral, en clave de comedia dramática, de la mano de Verónica Forqué, te envío
mi cuento dominical de cada semana.
Retomamos, con él, un ejercicio literario que comparto con mi
amiga escritora, Mercedes Pajarón, según el cual, de forma alterna, creamos el
cuento a partir de 5 palabras que nos mandamos, el uno al otro, según le toque
a cada cual. Esta semana, Mercedes me mandó las siguientes: coliflor, añoranza,
calambres, pegamento y amor. La que viene le tocará a ella escribir y a mí
mandar. Es muy interesante y motivador.
TE pongo el blog donde se encuentran recogidos dichos
ejercicios:
Bueno, como siempre, que estés bien y feliz semana.
Rosalía deja vagar su mirada por los agrietados cristales de
esa ventana que da, sabe Dios adónde. Tanto tiempo lleva haciéndolo, una
eternidad, que las piernas acuclilladas empiezan a dolerle con calambres que no
son sino alertas, cual sirenas ululantes.
¿Qué mira? ¿Qué busca? Tal vez a alguien que partió y le
prometió volver; quizá, ese horizonte que sueña con conquistar para hacerlo
suyo y apoderarse de la aurora; o, a lo mejor, a ese río, bueno mejor
arroyo, que encauza aguas y pesares
padecidos en la aldea que la vio nacer.
Rosalía, tan ensimismada está en semejante contemplación,
que ha olvidado retirar del fuego la coliflor que puso a cocinar en las brasas
del mísero hogar.
Rosalía fue querida, era hermosa, alabada por su discreción
y honestidad. Rosalía un día fue, pero ya no es. Al menos, así lo afirman
quienes la conocieron.
¿Es ella realmente
quien ha olvidado que algo quedó cociéndose a fuego lento? ¿O será la memoria
lo que burbujea en la ardiente brasa?
-Paquito, el Pellas, entra como un ciclón en la sala, la única
pieza donde se está calentito, pese a los efluvios a guiso y lumbre. Paquito,
el chicuelo de la Blasa, el hijo del Andrés, el más travieso y valiente, el rey
de la escuela y emperador de cuevas y covachas.
Tan rápido ha entrado que no se ha fijado en Rosalía, cómo
hacerlo si siempre está ahí, cual muda estatua de sal. La ha derribado y ha
hecho lo que nadie creyó que pudiera hacerse: le ha roto el corazón, se lo ha
fragmentado en pedazos. El corazón y más.
Ah, ¿Que es verdad que era una figura de sal? Algo yerto y
sin sentimientos?
Eso pensaban muchos ahora de ella. Y total, ¿por qué? ¿Porque
no se modernizaba? ¿Porque sus palabras sólo hablaban de añoranza y nostalgias?
Alguien acude raudo al escuchar el alboroto. ¿Quién será?
¡Un apuesto galán! El viejo del Olivar, el que a todas
despreció siempre, encaprichándose a placer de doncellas y casadas. ¿Qué pinta
en el mísero cuartucho de Rosalía?
Los moradores de la casucha del río se avergüenzan, querrían
vestir las paredes con trajes de papel nuevo, las sillas con zapatos de madera
pulida y el suelo con alfombras de la Persia. Pero nada de eso pueden hacer,
únicamente cerrar los ojos y esperar a que marche cuanto antes.
-Nuestra niña se ha
muerto, señoría. Nuestra niña se ha partío. Que el Paquito nos la ha
desgraciao. Ay, qué pena más grande, qué dolor.
Y el antiguo galán, nunca nadie lo supo, a una niña quiso
como a ninguna otra, pudo que fuera una de tantas hijas suyas de debaneos y
asaltos. Poco importa. Rosalía, aquella niña guapa que fue, conquistó un
corazón inconquistable con sus ojos y su risa.
-¡Quítate, Blasa del demonio! Vengo con el pegamento que
devolverá a la vida a este tesoro.
-¿Un pegamento, dice usted?
-Sí, el mejor de
todos.
-Pero si…
-Sí, el pegamento que tiene por nombre…
-Blasa, déjale hacer, mujer. Que nada hemos de perder.
-¡Amor!
Y el viejo galán del Olivar, con mano diestra de tocares
expertos, vierte una pasta fina, aquí, allá y acullá y la que fuera guapa, pero
ahora ya no lo es, revive, como flor que se abre al sol.
Y, ¿saben qué? Que
Rosalía desde ese día ya nunca más volvió a mirar por la ventana. Ahora miraba
otro norte: miraba los ojos del Paquito, sí, los del rey de la escuela y
emperador de cuevas y covachas.
Y el viejo, y la Blasa y el Andrés sonrieron cómplices de
nuevo.
Pronto, en la aldea, las campanas de la torre de la iglesia
tañerían a fiesta, la de la boda de la Rosalía y el Paquito, sí, ¿verdad que
sí?
5 comentarios:
Albertooo, eres un escritor un tanto prolífico, ¿no crees? Miedo darías si en vez de escritor fueras, no sé... por ejemplo, un conejo, je, je.
Que nada, que en cuanto me descuido unos días tienes una media de tres entradas nuevas y yo, que quiero leer y comentarte todas, pues se me acumula el trabajo.
Bueno, que en breve te dejo esos comentarios, ¿vale?
Hasta pronto, Alberto, que Lope de Vega o Cervantes a tu lado son ya unos simples cuentacuentos.
Un abrazo con sentido del humor impropio de un lunes.
Buena táctica la que tenéis y a partir de la cual inventáis historias, Alberto, muy original la verdad. Nunca había oído nada parecido.
Tras leer esa breve introducción, la historia de hoy se entiende mejor, lo que la hace más especial y entrañable. Me encanta la idea de tener un pegamento tan extremadamente bueno para solución de todos los problemas.
Un abrazo con el mejor pegamento... y feliz semana.
Rosa, ufff, calla calla que eso de ser conejo me parece que a mí no me va, si acaso, ratoncillo, no sé si con o sin cola, pero de biblioteca.
Ya ves lo del ejercicio qué sencillo es y no veas el juego que da.
Bueno, que tampoco creas que soy tan prolífico pero es que al blog, como a la vida, hay que darle movimiento.
Yo pongo las entradas y luego sois vosotros quienes elegís leerlas o no. Ahora que se agradecen mucho los comentarios porque animan y además que tampoco abundan. Así que... a seguir pa lante.
En cuanto al pegamento, creo que sí lo es aunque, a falta de él, podemos sustituirlo por otros con nombre de ilusión, amistad, sueños.
Besitos con sabor a sueños.
Alberto, motivante ejercicio literario en el que te embarcas con tu amiga y que, sin duda, agudiza tu ingenio, por otra parte tan en forma como en este relato.
Recojo el guante que me lanzaste en mi blog: Tenemos que vernos. Lo que pasa es que ahora estoy con dos temas que me absorben el escaso tiempo libre que me deja el banco. Pero os llamo en cuanto me desatasque y comemos un día. Un fuerte abrazo y que sepas que aunque a veces no comente te sigo.
Paco, muchas gracias y sí, sé que me lees y el ejercicio es motivante y que aúna amistades y creatividades.
Tranquilo, que sé lo liado que andas. Cuando puedas, nos dices.
Supongo que tus proyectos irán a tope, entre el corto de Victorita y demás aventuras literarias.
Que se dé bien y a seguir ahí.
Un abrazote de luz.
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