Como
todo en la vida, se prepara, se espera, se disfruta y se recuerda.
Así es. La presentación de
mi tercer libro llegó y queda ya para el recuerdo, una vez pasada y preparada
con tanta ilusión como la primera.
A las presentaciones de
Huellas de Luz aquel 3 de julio de 2012 y de Mis pequeñas odiseas ese otro 12
de diciembre de 2014, se suma ahora la del 17 de noviembre de este 2016.
Cada una de ellas en
lugares distintos, Madrid, Zaragoza y Barcelona; cada una de ellas igual de
emocionantes y cargadas de sentimientos.
En concreto, la que ahora
nos ocupa tuvo lugar en el Casal Can
travi, del barcelonés barrio de Vall d’Hebron y en ella participaron Mercedes
Pajarón, Presidenta de la Asociación Cultural Cau Artistic, como editores del
libro; Marilén Barceló, doctora en Psicología; y el grupo musical Shazam, que
amenizaron el acto con un conjunto de canciones melódicas de los años 60 y 70.
Se hizo mención a los
detalles del libro y cómo se han cuidado al máximo con la cubierta que presenta
un relieve de una de las cartas de la baraja francesa, el tipo de letra y su
contraste con el papel, la corrección ortográfica, etc. Se analizaron los
relatos para concluir que el libro es un tanto provocador al querer hacer un
canto a la Vida a partir de la presencia constante de la Muerte, de tal manera
que nos invita a jugar esa partida que, aun sabiendo tenemos perdida de
antemano, la peleemos y disfrutemos a cada momento.
Por mi parte, quise
reconocer mi admiración por la literatura del siglo XIX y por esa apuesta clara
y apasionada en que hemos de jugar la citada partida, además de resaltar la
especial relación que, desde siempre, me ha unido y continúa uniendo, a la
capital catalana, una ciudad con tantas connotaciones literarias, además.
Al día siguiente, como
complemento a la cita del jueves, participé en un estupendo coloquio en la sede
de la ONCE. En él se puso de manifiesto la importancia de la lectura,
especialmente a través del braille, de aquello que mueve a escribir y del papel
tan necesario que deben jugar las editoriales modestas que apuestan por la
calidad con realismo y entusiasmo, como es el caso de Cau Artistic.
Se me pidió que resumiera
en tres conceptos lo que me gustaría que se llevaran los asistentes. No lo
dudé: disfrutar de la Vida con ilusión y plenitud, hacer de la lectura una fiel
compañera de nuestro viaje vital y poner el fuego de la pasión en todo cuanto
hacemos.
Destacaré, además, la
magnífica dramatización que Mercedes llevó a cabo de uno de los textos al
responder a la petición de una de las personas ciegas que asistió al coloquio
de la ONCE. Leído por ella, el relato cobró una dimensión increíblemente
vibrante.
Más allá de los 30
ejemplares vendidos y de las personas que me acompañaron, me quedo una vez más
con lo que para mí son las puestas de largo de mis libros: momentos para
disfrutar en compañía de esa pasión mía por la literatura y ser motivo de
celebración festiva de esta lucha quimérica que me mueve a aportar luz,
generosidad y sonrisas.
Pero es que a todo ello,
sumo otros inolvidables momentos que han envuelto ese regalo con mucha emoción
y gratitud: el que mi cuñada me acompañase, el que tanta gente se volcara para
que todo saliera bien y a tiempo (incluso atravesando la ciudad en hora punta
salvando el tráfico), el reencontrarme con mi querida Marta, a la que la
enfermedad no amilana a pesar de todo y con la que recuperamos momentos felices
de complicidad, la magnífica acogida de mis compañeras y compañeros del
Servicio bibliográfico.
Pero,claro, a las
emociones y sentimientos, ha de alimentárseles con unas buenas dosis de ricos
platos gastronómicos en entornos tan estupendos como el asador Casa Aranda
modernista o el moderno Abrásame en el Centro Comercial Las Arenas.
Pasear de nuevo junto al
mar del Maresme y escuchar su majestuoso sonido, igual que recorrer calles como
el Paseo de Gracia o el de San Juan y la Avenida Valencia y descubrir establecimientos
únicos como la floristería Navarro o la Casa Amatller. Sin que dejáramos,
faltaría más, de visitar la Sagrada Familia por mucho que no me dejaran subir a
la torre, no fuera a ser que el cieguito recuperara la vista desde las alturas
y tuviera algún problemilla. Claro que… también pude haberla recuperado con la
fastuosa tarta de zanahoria que hizo de postre en Pirineu en Boca. Pero nada de
nada.
Recuerdos imborrables que
me ayudan a vivir a pesar de que, como dije, cada vez que me despido de
Barcelona muero un poco más.
Escucho el mar en la
mañana de domingo con sonidos de paz y fuerza misteriosa.
Acaricio la piedra de
construcciones del gran Gaudí soñando que se transforma en la piel de aquélla
que debiera ser mi amada y musa, pero que es la Palabra.
Miro al horizonte de los
ojos de las personas con que me cruzo mientras paseo y hablo, queriéndome
perder por el laberinto de sus fantasías.
Huelo el aire y la brisa y
la flor. Ellas me hablan de sueños y luz.
Sensaciones y recuerdos
que quedan para siempre en una sinfonía de irrealidad fantasmagórica: una Dama,
quién sabe si joven o vieja, guapa o fea; una carta que alguien me tiende. Qué
sé yo lo que debo hacer. ¿Acaso volver a intentarlo? ¿Volver a atreverme? ¡Un
nuevo libro! ¡Qué osadía! ¡Qué temeridad!
1 comentario:
Enhorabuena Alberto. Cuántas emociones! Tuvo que ser un día excepcional. un abrazo Paco
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