Buena noche dominical…
Retomamos los episodios de nuestro amigo Benigno Pérez.
Espero te guste.
Un abrazo y feliz semana.
Una siniestra excursión
-Jefe, me temo que no le va a gustar el caso que nos acaban
de pasar los del Seprona.
-¿El Seprona? ¿Qué tenemos nosotros que ver con los de Protección
de la Naturaleza? Si además de resolver los casos de la capital, ahora vamos a
tener que dedicarnos a viajar por la región, es el colmo. Estamos apañaos.
-Jefe, que se dice, comunidad. Que lo de región pasó a la Historia.
-Me da igual. Comunidad que Región, el caso es que no es
caso que nos dediquemos a ir por ahí, dando tumbos. Lo que nos faltaba.
-No sea cascarrabias. Que tampoco va mal salir del asfalto y
airearnos por una vez, dejando atrás humos, ruidos y prisas.
-Venga, Adela. Dime qué hemos de hacer. Como sea una
tontería, la tendremos buena. Espero que no pretendan que encontremos al último
oso que se fue a ligar con la osa y no ha vuelto.
-.Cómo es usted. Parece que se les han quejado los senderistas
que van por la zona del Paular, que en la Cascada del Purgatorio se escuchan
agónicos lamentos y que el agua, a ciertas horas, brota teñida de púrpura
sangre.
-Pero, ¿ha aparecido algún cadáver?
-No, que se sepa. Pero están convencidos de que algo ha de
haber y como usted es tan bueno, resolviendo misterios de ésos, pues querían
que fuera y echara un vistazo.
-¿De ésos? ¿Cómo que de ésos?
-Jefe, yo qué sé. Usted me entiende… de los que nadie más
que usted es capaz de resolver, como el del palacete de Orfila o el de la
fuente de la Glorieta de Bilbao.
-Bueno, bueno. Vamos para allá. Pida el coche. ¿Está lejos
el sitio?
-Unos 80 kilómetros, en Rascafría. Poco más de una hora,
según como vaya el tráfico de la nacional 1 y según la niebla que nos
encontremos, que he visto que decían que estaría espesa.
-Vaya, la cosa promete. La Cascada del Purgatorio con niebla
en medio del bosque de robles… ummm, al final hasta nos divertimos y todo.
-Ya le digo que usted mucho protestar, pero que luego le
gusta. Conforme los datos de la ficha que nos pasaron, en la confluencia del
arroyo del Aguilón se encuentra la cascada de marras en medio de una espesa
vegetación. El paraje es muy hermoso y por eso resulta tan frecuentado. Tienen
interés en que se aclaren las cosas ya que es una buena fuente de ingresos para
la comarca.
-¿Hace mucho tiempo que observan los fenómenos exstraños?
¿Hubo alguna denuncia de desaparecidos?
-Déjeme mirar. Según esto, hasta este año no solía haber
niebla tan espesa por aquellos parajes y nunca pasó nada. Parece que ambos
hechos estén relacionados.
-En concreto, ¿de qué se trata?
-Lo que ya le dije, jefe. Cada domingo por la tarde, siempre
que hay niebla, la cascada se tiñe de color rojo y se escuchan lamentos
agónicos, alaridos lúgubres, como si hubiera dientes rechinando de miedo… La
gente sale despavorida y no esperan más.
-¿Pero, ¿son de hombre o de mujer los sonidos?
-Eso no lo dicen. Me da que no se paran a escuchar. Claro
que igual todo esto no son más que fabulaciones de mentes alucinadas. A veces
los senderistas se pierden entre los laberintos de la leyenda y la psicosis
generalizada. A ver qué nos encontramos. Yo soyh un poco miedica ante estas
cosas, pero yendo con usted, me veo más segura.
-De quien hay que tener miedo es de los vivos, de los
muertos no se asuste, que ya no pueden hacerle nada.
Benigno Pérez habla así, ahora, desde que se relaciona con
su confidente secreta pero no siempre fue igual. Eso sí, leer las obras de los
geniales autores del misterio del siglo XIX le da un margen amplio para
verificar lo que pueda estar pasando y más aún considerando que la Vieja Dama
se ha convertido en su mejor ayudante.
-Ya estamos cerca. A partir de aquí hemos de ir andando.
-Puafff, qué niebla. Abríguese bien que cae una meona que lo
cala todo. ¿Ha traído la linterna?
-Sí. Vamos sin perder tiempo, que como no nos demos prisa,
se nos hace de noche y por aquí no hay ni un alma. Oiga, jefe, ¿tiene cobertura
en su móvil? Es que el mío se ha quedado en blanco.
-No, el mío tampoco. Estos cacharros sólo funcionan cuando
no se les necesita.
La pareja de guardias civiles se adentra por el sendero cada
vez más umbrío, alfombrado de hojas muertas que resbalan empapadas, como están,
por la humedad que arroja la niebla. El silencio es absoluto, roto cada vez más
por el sonido de la cascada que resuena al fondo.
-Qué pena que vengamos en estas fechas. En primavera tiene
que ser hermosísimo.
-Ya, pero vayamos a lo nuestro. De momento no se oye nada
raro. Acodémonos en ese murete de piedra alfombrado de musgo. No es que se esté
a gusto por la humedad que hay, pero bueno. Esperaremos aquí y que no nos
calemos demasiado.
-Jefeeeee…
-Ya ya, escucha, Adela. Cójete de mi mano si tienes miedo.
Tranquila.
Y es que por encima del ruido del agua han empezado a
escucharse los sonidos esperados. Pero más aún sucede al aguantar las ganas de
huir. Una fantasmal figura que se confunde con el ambiente se aparece al pie de
la cascada. Es una figura de mujer joven, angustiada que, de no ser por el
terror que manifiesta, sería bella. Adelanta las manos al tiempo que continúa
gimiendo en medio del terror.
-Jefe, mírese las manos. Tienen sangre. Qué horror.
¿Vayámonos de aquí cuanto antes.
-Espera, Adela. Aguanta. Acaso, quiera decir algo más aparte
de lamentarse.
-Llévenme con ustedes. Necesito llegar hasta el Puente del
Perdón. Hasta que alguien no lo haga, yo seguiré maldita sin remedio. Es
injusto que esté aquí. Estoy pagando las culpas de otros. Me abandonaron en
este purgatorio y creyeron que con eso sería suficiente. Creyeron que por no
hundirme en el Pozo del Infierno, ya se daban por satisfechos. Pero no es
justo. Yo nada hice para vagar en estas soledades. Me eligieron al azar porque
necesitaban a alguien joven para justificarse y dieron conmigo cuando iba a
trabajar como sirvienta doméstica. Llévenme al Puente del Perdón. Sé que allí
se resolverá mi maleficio.
-Adela, ¿sabe algo de ese Puente al que se refiere esta
desgraciada?
-Sí, jefe. Lo dejamos atrás cuando veníamos de camino. Está
a 6 kilómetros de aquí. Pero, ¿cómo vamos a poder ayudarla nosotros?
-Ni idea. Miremos alrededor por si encontramos alguna pista.
-Mire, ahí detrás hay una figurita tallada en corteza. Igual
si la cogemos y la llevamos al lugar que dice ella…
-Vamos, no perdamos tiempo.
-Los lamentos y la sangre continúan en la Cascada del
Purgatorio. Benigno y Adela cogen la figurita, no sin alguna dificultad pues su
textura es viscosa y está muy agarrada a la roca.
Llegan al puente. Se asoman a la barandilla de hierro oxidado.
Dudan acerca de qué hacer.
-¿Tiramos la talla?
-Creo que sí. Tampoco se pierde nada.
Lo hacen y cuando choca con el agua del arroyo, algo les
dice que han acertado. Hay otro tipo de silencio y la niebla se abre cual
ventana luminosa dejando paso a un cielo estrellado.
-Creo que hemos terminado por aquí. Tendremos que averiguar
si hubo alguna joven que desapareciera hace un par de meses que dé el perfil.
Al menos, podremos cerrar el caso si así fue.
-Claro, otro misterio esclarecido por usted.
-María Isabel Bermúdez Lázaro constaba como desaparecida el
28 de noviembre cuando se dirigía a su trabajo como asistenta de hogar. Sus
familiares dijeron que andaba en compañía de unos tipos raros aunque ella siempre
dijo que no era mala gente, lo único que se dedicaban al esoterismo. No se
había encontrado ningún rastro de ella y como era mayor de edad, se le había
dado carpetazo al asunto.
-¿Qué les dirá a sus familiares, jefe?
-Bueno, les diremos que nos consta que está bien ahora, que
descansen tranquilos, al menos. No volverán a verla, pero podremos ofrecerles
una explicación.
-Dudo que le crean.
-Bueno, esperemos que sí lo hagan y piensen que la chica
ahora tiene un lugar fantástico en el que reposa y al que podría darle nombre…
la Senda Isabel.
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