martes, 23 de diciembre de 2014

Diálogo satírico navideño



Buena noche…
Acaban mis escritos por este añ con el diálogo no sé si alegre del todo entre nuestros amigos la oruga y el ciempiés.
Nada se sabe de lo que les sucederá al año que vien, si sbevivirán o no, yo qué sé. ¿Se te ocurre algo a ti?
Cuidado con los excesos y los confictos y las mascotas.
Un abrazo navideño.

Diálogo satírico navideño

-Oru, ¿qué cenamos mañana?
-¿Mañana? ¿Qué vamos a cenar? Lo de cada día. Briznas de hierba a la fina corteza de chopo, regadas con babas de mosca.
-Es que el viento trae noticias de que los humanos andan de celebraciones y que lo tiran todo, hasta lo que no tienen.
-Ah, eso sí. Resulta que abortan con ligereza y celebran un nacimiento. Ellos siempre tan finos en sus actos. No tienen dónde caerse muertos pero levantarán manteles, vajillas y cristalerías para dar el gran banquete. Bueno, las levantan y luego se tiran los trastos, que mucho cenar y mucho celebrar, pero que necesitan recibir consejos para no aguar la reunión con el vinagre de la bronca y el cotorreo. Cómo son los humanos.
-Oru… cari… dame un besito…
-Qué besito ni qué piquito. No te lo mereces, ciempi. Que últimamente me tienes desatendida. No quisiste escucharme la pasada semana y ahora quieres que te piquee.
-Oruu, es que estuve…
-Sí, sí; excusas. Que te pegas todo el día sin dar pie al agua.
-Pero, oru, cariño. Cómo voy a dar pie al agua, si ni mis pies valen de nada, ni ha llovido hace mucho. Anda, dame un besito.
-Ay, ciempi. Cómo eres. Siempre me acabas convenciendo. Mucho que te cuente cosas de los humanos, que te dé besitos… pero, tú nunca me cuentas nada de ti ni de tu vida.
-Mi vida siempre fue muy arrastrada, cari. Hasta que me fabricaste el carricoche con las setas. Yo siempre fui el patoso de mi familia. Un ciempiés patoso, nada podía ser. Tan patoso era que acabé en paralítico. Y no es que yo no quisiera correr, pero me cansaba tanto siempre… total siempre había otros que llegaban antes que yo a la charca o a las fiestas. Y siempre eran otros los que se llevaban los arrumacos y los que servían para aparear. Hasta que no llegaste tú con tus chismes y tu compañía yo era un ciempiés tristón.
-¿Tristón? Que lo fuera yo… tan mona y tan estilosa y que acabara en cegarruta cagarruta… pero tú…
-Bueno, tristes los dos, alegres los dos. ¿Sabes qué me gustaría hacerte? Si recuperara la sensibilidad en mis pies, los pondría sobre tu cuerpecito y les daría calor a tus antenas para que brillaran.
-Ay… ciempi. Hip hip hip. Cómo eres.
-Y serías la envidia de las estrellas. Y saldrías en las postales.
-¡Humanos! Hipócritas, lameculos, egoístas, tacaños, fanfarrones, bocazas, avaros, cobardes y lujuriosos.
-¿Nada más?
-Mucho más. Tanto que a usted y a mí nos tienen aquí olvidados. Una oruga ciega y un ciempiés paralítico. Luego se dirán muy defensores de los animales y mascotas. Sí, ahora que están de celebraciones, pero ya llegará día en que, como a ti y como a mí, las abandonarán, cuando se cansen del juguete o tengan otro mejor. Y las tirarán en un ribazo o en una cuneta. Y…
-No me parecerá mal. Así tendremos compañía tú y yo. Aunque yo contigo tengo toda la que necesito.
-¿Uy, ¿qué se oye ahí abajo?
-¡Son unos camellos y unos renos! ¿Adónde irán? Déjame mirar. Uf, ya se fueron. Van muy deprisa. ¿Estarán haciendo alguna carrera? Ah, pero han dejado cosas a su paso. Si me ayudas, bajo y las cogemos.
-Serán regalos y cartas.
-Algo así parece.
-Baja entonces, ciempi. Baja y cógelo todo. Así cuando algún humano sufra porque a él no le llegó regalo alguno, seremos nosotros quienes lo tendremos. Hay sitio para guardarlo todo, ¿verdad?
-Bien colocado, como tú sabes colocar las cosas, habrá de sobra.
-Dime, dime. ¿Qué hay?
-Trastos inútiles de plástico. Chatarra. Un sombrero con bombilla, como si fuera una lámpara; un bolígrafo cohete sin tinta; un peluche de diseño, despeluchado… Mejor será leerlas cartas.
-Vamos que nada de todo esto nos va a servir. Tíralo todo que, encima, tropiezo y me deslomo.
-Creo que lo mejor será que llamemos al coro de las Chicharras Agarrás y que venga para armar la fiestuqui.
-Ciempi, ¿qué haremos tú y yo aquí solos en medio de esa noche de mañana?
-¿Qué habríamos de hacer? Querernos y achucharnos. Sé que al año que viene te transformarás en mariposa y me dejarás para volar siguiendo a tu hermana. Así que mientras aún, puedas, dame besitos sobre hojuelas.
-Hojuelas con muelas. Nunca podré marcharme por muy mariposa que sea siendo ciega… adónde iría.-Seguro que encuentras una hoja voladora que te lleve lejos.
-Ya, y tú encontrarás una lanzadera que te catapulte lejos de aquí.
-Oru… te quiero.
-Ciempi… te quiero.      

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