Buenas noches:
Acabo, con éste, los cuentos que he ido creando a lo largo de 2013 y que he compartido contigo. Espero te guste, al tiempo que agradezco tu interés y fidelidad.
Que 2014 siga trayéndome tu confianza y la musa inspiradora viaje conmigo para seguir cultivando literatura, ya sea en forma de cuento, poesía o crónica de viaje.
Un cálido abrazo de luz.
El Jardín de las Adelfas
Qué bonito es el Jardín de las Adelfas también en invierno. Sus parterres, fuentes y laberínticos caminos se visten de blanco, como mortajas puras de niños puros.
Qué bonito es, pero qué solitario se encuentra. Poca gente se atrevería a adentrarse por sus umbríos recovecos en esa época. En primavera y verano todo es diferente: su esplendor se puebla de paseantes soñadores u ociosos. Pero en invierno, apenas algún desesperado sería capaz de deambular por él.
Nadie quiere encontrarse solo frente a la Fuente de los Fantasmas. Cómo habría de hacerlo en una época en la que la oscuridad se enseñorea del entorno con tanta ligereza y el gemido del viento suena con melodías de marcha fúnebre. Nadie, salvo aquél que estuviera loco o necesitara arrojarse a ella para olvidar, para ahogarse en sus negras y gélidas aguas.
Claro que si alguien hubiera escuchado las tenebrosas historias que se cuentan de esos parajes, seguramente habría preferido no tentar al destino por si resultaran ciertas. Todos decían que eran invenciones y desvaríos, pero ¿y si no eran tales?
Se hablaba de enamorados raptados convertidos en nudosas raíces, losas de sepultura que fueron ingenuas mujeres aventureras, muchachos que nunca salieron de aquel lugar, enredaderas que correspondían al cabello de lozanas doncellas.
La Fuente de los Fantasmas, qué bonita es, qué tentadora, con su chorro de burbujeantes aguas, semejando la risa de una bruja malvada. Cual sirena marina, como es la figura que la adorna, te invita a escucharla.Y si lo haces… ¡date por perdido!
No te acerques, no lo hagas. No te sientes en el marmóreo banco que sale a tu encuentro, sugiriendo que te detengas y descanses. Si lo haces, tu descanso será eterno; tu descanso no, tu vagar.
¿Por qué no adentrarte en ese Jardín tan bonito? Te crees inmune a cuentos y terrores para niños.
Su pórtico recuerda al de un majestuoso castillo abandonado. Su puerta de reja forjada con filigranas de diablillos y espirales es curiosa. Aunque, por otra parte, si la observas con atención, verás que está oxidada. Lo mismo ocurre con la alfombra de hojarasca que cubre su empedrada vereda, son hojas podridas, muertas. Y sus muros, semejan los de antiguas tumbas escavadas sin importar su simetría.
Sí, tú te sientes sin miedo. No hay nadie por allí, el frío lo combates con una buena prenda de abrigo y te has armado con un robusto bastón. Buscas la famosa fuente, mientras recuerdas que el nombre del Jardín, según dicen, le fue dado porque allí se cogían las flores que servían como ramillete a los reos de muerte. Quienes portaran esas flores como corona indicaba su ajusticiamiento. No se sabía quién implantó semejante costumbre, algún verdugo, probablemente.
Sigues adelante. Nadie sale a tu encuentro, nada de aparecidos, brujas o endemoniados. Ya se escucha al fondo el agua de la fuente, ya divisas el famoso Banco de la Calavera.
Vas en pos de ellos. Nada te perturba. Tu confianza es total. Estás seguro de que todo lo que habías leído y escuchado eran puras leyendas sin otra veracidad que la de la fantasía.
Te sientas. Contemplas el entorno. Permaneces un rato espectante. Nada sucede, al menos, que tú puedas intuir.
Ya decides que nada tienes que hacer allí. Has comprobado que tu juicio era el correcto y no el de quienes tanto se inquietaron al anunciarles tu proyecto.
Te vas a levantar, pero…
¡No puedes. Es como si te hubieras fundido con el mármol del banco.
El agua suena más fuerte. El viento aúlla más fuerte. La noche cae rápida. Tratas de impulsar tu voluntad para que mueva tus piernas. Nada sucede.
Al fin, con un esfuerzo supremo, logras ponerte de pie. Procuras recorrer los mismos pasos que te llevaron hasta allí, mas ¡no puedes! Todo es oscuridad y silencio. No encuentras el camino.
Te tumbas para tantear. Sólo tocas hojas podridas que se deshacen entre tus dedos.
Te arrastras, tratando de alejarte del agua, pero no lo consigues. Vayas adonde vayas, el ruido siempre es el mismo.
¿Qué puedes hacer? ¿Esperar a que se haga de día y la aurora sea tu salvadora? ¿Seguir moviéndote?
Oh, te llevas las manos a la cara. La tienes mojada, de un líquido frío que va penetrando, sin que tú puedas evitarlo, por todo el resto del cuerpo.
Te ahogas, apenas puedes respirar. La Fuente te ha atrapado. Te hundes sin remedio.
El Jardín de las Adelfas, su Fuente de los Fantasmas, su Banco de la Calavera te hacen suyo.
Tu piel se reseca, se esparce uniéndose a la de tantos otros temerarios como tú que, a merced de la noche y el viento, es zarandeada hasta depositarse en ese suelo que no tardando mucho será pisado por otros incrédulos como tú.
Y así ,una vez más, el agua cristalina que sale de la boca de la sirena en la Fuente de los Fantasmas continuará su fluir eterno, un fluir a base de la energía de quienes no creyeron que sus leyendas y cuentos fueran ciertos.
¿Dónde se ubica semejante Jardín maldito? ¿Dónde su Fuente y su Banco? Ten cuidado, acaso esté más cerca de ti de lo que podrías imaginar.
Ah, los parques y jardines, con su magia y sus símbolos. Son hermosos, pero si vas hasta ellos, no lo hagas solo, tal vez te atrapen para siempre.
lunes, 16 de diciembre de 2013
El Jardín de las Adelfas
Publicado por Alberto en 10:45 p. m.
Etiquetas: Relatos
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