Buenas tardes de domingo, amigos y amigas:
Como en el caso de la poesía, retomo hoy tras el paréntesis
veraniego, la costumbre de compartir un relato con vosotr@s cada domingo.
Este curso me he propuesto variar el estilo para indagar los
caminos de la intriga y lo gótico: muertos, aparecidos, situaciones siniestras,
investigaciones criminales en la noche y la tormenta. Creo que tras largo
tiempo de una línea argumental semejante va bien adentrarse en otras nuevas.
Espero tener capacidad para que el resultado sea de vuestro agrado e interés,
tanto como lo ha sido en casos anteriores.
En cualquier caso, siempre, muchas gracias por leerme con
tanto cariño.
Un cálido abrazo de luz y que vuestro curso resulte pródigo.
¿A qué pueden deberse los rítmicos ruidos que escucho allá
arriba? Son siniestros pero tentadores. ¿Serán tacones de mujer contoneando sus
curvas? ¿Cascos de caballos en pos de batalla fragorosa? ¿Martillazos de fieros
gigantes? ¿Bastonazos de tullido extraviado? ¿Garrotazos bestiales?
Yo que tanto me precio de conocer todos los sonidos y de ser
paladeador de voces cantarinas, graves, alegres, trémulas… música que me hace
vibrar y ahora no sé qué será. ¿Qué será?
Está todo tan oscuro ahí afuera que no sé si atreverme a
salir en su búsqueda. Con lo a gusto que se está aquí, en pijama y pantuflas, escuchando
el tableteo de esta vieja máquina de escribir al tiempo que desgrano mis
pensamientos y sueños.
Siento que si salgo me enfrentaré a un tiempo inclemente,
lluvia torrencial, aire gélido, frío, mucho frío.
Pero continúo escuchándolos. Qué intriga. ¿Y si no fuera
nada? ¿Si tan solo sonaran en mi aturdida cabeza?
Tantos años oyendo, colecionando sonidos que acaso los
fantasmas se hayan apoderado de mis oídos y jugueteen con mi mente.
Una cómoda estancia, con su historiada mesa de nogal, su
sillón y su chimenea crepitante es el aposento que aloja a nuestro intrigado
protagonista.
Un hombre de mediana edad, de prominente barriga y menguante
melena, de ojos pequeños y manos de dedos gordezuelos.
Un hombre tranquilo que, pipa en mano, se enfrenta a una
Olivetti en cuyo carro se encuentra enrollada una inmaculada hoja de fino
papel. Dice escribir, pero nada se podría entender si alguien leyera las
caóticas letras que la han mancillado. ¿Caóticas? A lo mejor es que están
ordenadas en torno a algún milenario alfabeto particular esperando a que experto
paleógrafo del futuro lo descifre.
Vamos, Sherlock; atrévete. Muda la franela por el paño del grueso
gabán y cálzate las botas de cuero.
Pero si apenas puedo abrir la puerta. Tal es el temporal que
se está cerniendo sobre la ciudad.
Lo siento, no puedo resistirme a esas sirenas de la colina. ¡Me
enfrentaré a todo por hacerme con ellas! Estoy seguro de que será la joya de mi
colección de sonidos.
¿Cómo podré ver para moverme? La luz de gas no funciona,
apagón inevitable, una bujía, un candil. No sé. Bueno, la linterna de marinero
me servirá, esa linterna que usó mi antepasado, el capitán Morgan en sus
travesías del Atlántico.
Ya los tengo cerca. Los golpes parecen percutir sobre los
adoquines del cementerio.
¿Por qué iba a tener miedo si mis mayores no lo tuvieron en
otro siglo más hostil? Bah, cuentos de viejas, pobres enfermos enterrados en vida
que pugnan por salir de sus sepulcros, huesos contra huesos, brujas de cráneos
sanguinolentos. Todas esas imágenes son pura superchería.
¿Qué es esto con lo que me topo ahora? Ah, sí; la pared de
piedra que cierra la casa de los muertos.
Los ruidos siguen escuchándose ya muy cerca de mí, a mi
derecha, ahí al lado.
Noooooooooo
El hoyo negro sobre la noche negra se ha tragado a Sherlock.
¿Podrá salir de allí?
Tan cerca como estaba. Y ahora aquí, al menos no me he roto
nada. Me duele todo pero estoy vivo.
¿Qué?
Paletadas de tierra. Risotadas monstruosas.
¡Dios! Tengo que salir antes de…
Chan, crasssh, pom pom…
Cuando a la mañana siguiente ¿a la mañana siguiente? Maggy
llegue a la casa de su señor para hacer la limpieza se la encontrará abierta,
como si hubiese sido abandonada mucho tiempo atrás. Las telarañas han
canibalizado los muebles y rincones, polvo y cenizas lo cubren todo por doquier
y una oxidada máquina de escribir con una hoja de papel enrollada aún es lo
primero que ve.
El resto de dependencias de la mansión están igual de
abandonadas, herrumbre, jirones, desolación.
Saca su teléfono móvil y llama a su hijo, experto en
misterios y ocultismo.
-Robert, hijo, creo que lo que he encontrado te interesará.
Ven deprisa.
Cuando llegue y lea, todo cobrará sentido. Una tumba anónima
en las afueras del antiguo cementerio, una abollada linterna.
La mujer, atribulada lee:
“¿A qué pueden deberse los rítmicos ruidos que escucho allá
arriba? ¿Serán tacones de mujer contoneando sus curvas? ¿Cascos de caballos en
pos de batalla fragorosa? ¿Martillazos de fieros gigantes? ¿Bastonazos de
tullido perdido? ¿Garrotazos bestiales?...”
-¿Sabes mamá lo que este hombre debió sufrir?
-No sé, hijo. Lo que sí sé es que fue un inconsciente.Yo no
habría salido de casa por mucha música y muchos sonidos que escuchara. ¿Qué más
le daba lo que fuera? Total para que descubriera que esos sonidos no eran otra
cosa que alguien abriendo su tumba y que luego ese mismo alguien acabara
enterrándolo con siniestras y ensordecedoras paletadas de tierra.
-Bueno, así somos los seres humanos. La curiosidad y el
ansia por poseer hacen que nos enfrentemos a lo que este hombre se debió
enfrentar en su tiempo aquella noche de finales de siglo arrostrando las
mayores inclemencias y peligros. Un valiente, diría yo.
-Un loco ostinado es lo que fue. Se le estuvo muy bien
empleado.
-Entonces, mamá, ¿nada te haría luchar contra lo incógnito
de la oscuridad y el miedo?
-¿Nada? Tal vez tu llamada.
-¿Y si tal llamada no fuera verdaderamente mía sino de un
demonio?
-Hijo, ¿cómo podría saberlo? Pero si tú me llamaras… Por
cierto, si Sherlock murió enterrado esa noche de ruidos, ¿quién nos dejó la
historia que hemos leído escrita en el papel de esa vieja máquina?
4 comentarios:
¿Quién... quién escribió la historia? Truculenta, por cierto, Alberto, je,je ¡Vaya con los ruiditos nocturnos... nada que ver en éste caso, con las maderas que crecen o merman y crujen, como mi papi nos decía siempre para que no fuéramos miedosos; en éste caso eran looooos muuuueeeertooooos...
Besito volado miedoso.
Brujita, amiga... jajajaj.
¿Quién escribió la historia? ¿Sería el fantasma del pobre Sherlock, condenado a vagar eternamente por la casa? ¿O sería, acaso, aquéllos que excavaron su tumba? Pero, entonces, ¿quiénes y por qué lo hicieron? Intriga, suspense, emoción...
Ah, sí, las maderas de las casas de los pueblos... las presencias invisibles en nuestros lugares.
Besitos volados y sentidos también para ti.
Feliz día de regresos a los azules mediterráneos.
Seguro que la historia no la terminó de escribir el gato, porque es sabido que la curiosidad lo mató. Ah, sí, sí, tal vez fuera cierto fantasma que se escondía entre... ¿entre qué? ¿dónde? Vaya, no me acuerdo... y es que unos extraños crujidos en el piso de arriba han desviado del todo mi atención. ¡Malditos fantasmas!
Rosa, amiga. Figuraza. Tal vez sí la escribiera el gato, el fantasma del gato o la de dlos tacones que se pierden en la oscuridad de la noche cerniéndose sobre el atribulado insomne.
Quién sabe...
Besos fantasmales.
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