Buenas noches:
Continuando con nuevos caminos a emprender este curso,
inicio hoy estas reflexiones en torno a algún tema social o de actualidad como
forma de que me conozcáis un poquito más y de, por qué no, generar el
intercambio de opiniones que nos enriquezcan a todos siempre con el respeto y
libertad debidos.
Es algo así como esos artículos que mi estimada Rosa Sánchez
publica cada mes en el periódico de su pueblo, Horadada Información y que tan
interesantes resultan.
En definitiva, construir con las palabras, aportar.
Espero resulte de vuestro interés.
Vamos, entonces, con el primero, al lío.
¿A quién servir?
Sí, ya sabéis aquello que dijo Jesús de que no es posible
servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. Entiendo Dios por cualquier tipo de
religiosidad, entiendo Dinero por la materialidad.
Pero hay más aún.
¿Qué hacer con lo que ya no sirve? ¿Lo inservible? ¿Tirarlo?
¿Abandonarlo?
Tal vez,cuando las diferencias de clase resultaban casi insalvables,
se tenía más claro. Estaban los sirvientes, las chicas de servicio, los
siervos.
Ah, y estaba también aquello de hacer el servicio militar.
Y ahora se habla de servidores que gestionan y procesan
volúmenes ingentes de información, pero éstos son máquinas.
Acepciones todas éstas que me llevan a preguntarme acerca de
a quién servir. ¿Qué hacer con lo que no sirve?
Tiempos los de hoy en los que se promulga el usar y tirar,
el consumir frente al reparar. Que se prescinde de los ancianos, aparcándolos /
malcuidándolos porque ya no pueden servir en un mundo que prefiere los títulos
a la experiencia, el dinamismo y la inmediatez frente a los recuerdos pausados
o la nostalgia.
¿A quién servir?
A una espiritualidad exacerbada que nos aleje de la
realidad, buena o mala, de nuestro tiempo?
¿Al uso desmedido de lo material / tecnológico sin importar
lo que haya que hacer para poseerlo?
¿Servir de algo? ¿Ser útil a alguien?
Preguntas, preguntas que tratan de esclarecer la bruma del
término medio, del bandearse entre ellas.
Bueno, que no quiero que me tachéis de galleguista por
dejaros sin mi particular respuesta.
Servir a quien te pide ayuda, sin que ello te conduzca al
callejón sin salida de no poder seguir sirviendo.
Servir con tu modesta aportación a convertir los desechados
en personas útiles.
Qué bonita era aquella expresión que decía “su seguro
servidor”, seguro por otorgar confianza y garantía, servidor por dispuesto,
dispuesto a escuchar, dispuesto a ayudar. Me parece sintomático que se haya
desterrado por anticuada o ampulosa.
Cómo aborrezco a esas personas que utilizan el usar y tirar
con las personas que ya no les sirven, olvidándose de que ellos, también algún
día dejarán de servir.
Tengo vocación de servicio, sí, de ayudar. Qué pena que no
siempre me resulte fácil realizar esa vocación.
Sí, es cierto que no soy de los que todo lo guarda y acaso
tire a veces cosas que me servirían, ya se sabe aquello del que guarda, halla,
pero las circuntstancias y el carácter me llevan a no querer cegarme con
objetos sin fin y eso que, a veces me gustaría guardar cosas que aun no
sirviéndome, son símbolo de momentos felices (una entrada de concierto, el
posavasos de un lugar especial, etc.).
Por todo esto, en base a la filosofía expuesta, quiero
servirte de algo y por qué no, pese a mi torpeza y carencias, servirte algo:
¿el desayuno un domingo? ¿El vaso de leche caliente o la manzanilla con miel
cuando estás enfermo? ¿El cogerte la maleta o abrirte la puerta, ya sea del
Metro, o del portal de tu casa?
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