Ante la noticia de que la exposición, Las edades del hombre,
que recoge obras de la imaginería castellano-leonesa, por vez primera se hacía
accesible para ciegos, no dudé en que era la ocasión perfecta para emprender un
nuevo viaje, otra aventura.
Así que, a la vuelta de las vacaciones, me puse en marcha
para planificarlo. El primer paso, como siempre, fue enviar un correo a la
Oficina de Turismo de la localidad avulense en el que planteaba mis necesidades
y les preguntaba por cómo llegar, algún alojamiento, visitas guiadas y el
contacto con los responsables de la exposición.
Del folleto en formato electrónico que me remitieron,
adjuntaban también un plano en pdf (que a nosotros no nos servía de nada), pude
elegir de manera aleatoria el hotel y busqué la guía, teniendo en cuenta que la
propia Oficina no organizaba visitas de grupos. Me indicaban también la opción
de visitar, de manera gratuita, el castillo.
Me puse manos a la obra con las llamadas correspondientes y
de éstas resultó:
Nos alojaríamos en el hotel Fray Juan Gil. Una noche, una
habitación triple en la que, como en tantas otras ocasiones, podría ejercer de
jeque (jajajjaajaj) y compartir sueño con mis cómplices viajeras, Nuria y
Elena. No hay pegas porque como ninguno de los 3 ve y nuestra confianza mutua
es total (confianza ciega, jajajaj), aprovechamos para ahorrarnos un dinerito y
estar juntos.
Tenía también la ventaja de que se ubicaba, según me
dijeron, enfrente de donde nos dejaría el autobús en el que nos desplazaríamos,
hora y media de viaje.
Pongo el teléfono, pues se portaron muy bien y aunque el
establecimiento no esté en pleno centro (tampoco es que esté lejos), es
económico y acogedor. 920 300 800.
Llamé al castillo para concertar la visita. Me comentaron
que reservándola, podríamos subir a la torre. De lo contrario, no garantizaban
tal posibilidad. El teléfono es 920 300 005.
Reservé también la visita guiada por el pueblo con una de
las guías y quedé en lista de espera para las Edades del Hombre. La
accesibilidad a la exposición me comentaron que consistía en información en
braille, audioguías y posibilidad de tocar algunas piezas. De todas formas,
preferí (aunque fuera más cara) recorrerla de forma guiada. El teléfono es 920
300 646.
Pues bien, con todas estas gestiones, esperamos con
ilusión la llegada de este fin de semana para ponernos en ruta, sin que nos
importaran los pronósticos de lluvia.
Como llegamos pronto, no nos dieron la habitación hasta
después de una hora. Nos guardaron las mochilas y nos fuimos en busca de una cafetería.
Nos dijeron que había una detrás del hotel. Palo a palo, para allí que nos
fuimos. Creyendo que habíamos llegado, entramos en una administración de
lotería. En fin, que aunque no le compramos la correspondiente participación,
la lotera nos llevó hasta la puerta del bar.
Una vez instalados, encaminamos nuestros pasos en dirección
al castillo. Preguntando ,preguntando dimos con una voluntaria, una de las
muchas que el ayuntamiento ha dispuesto para ayudar a los visitantes, servicio
que nos vino, no sólo entonces, sino en otros momentos, de maravilla para
movernos por el pueblo de forma relajada.
Tuvimos que esperar a que amainara la lluvia, tanta caía que
hasta a un muerto cuyo funeral se estaba celebrando, según nos comentaron le
pasó lo mismo, aunque parece que él tenía menos prisa que nosotros por ello.
Llegamos al castillo con tiempo suficiente. Las dos
voluntarias que nos acompañaron mandaron el relevo e hicimos la visita con
otras nuevas, siguiendo las explicaciones de la guía que describió el origen y
restos, su historia y vicissitudes. Fuimos siguiéndola, ayudados de las nuevas
voluntarias que nos fueron ayudando. Al final del recorrido por las tres
plantas de la torre (con un curioso museo del cereal en la 2ª y unas estupendas
vistas panorámicas en la última), nos hicieron tocar unas originales esculturas
hechas a base de material reciclado (una flor, un grifo, etc.). Nos acompañaron
hasta el restaurante donde comeríamos el Menú de las Edades, a base de
cochinillo con ensalada, tinto de verano, postre y café.
La visita de la tarde se vio deslucida por la lluvia, pero
tuvimos ocasión de conocer algún monumento como la escultura en honor del
cochinillo o la de la reina Isabel niña y conocer el Palacio de los Sesmos
(donde se ratificara el Tratado de Tordesillas) o el Arco del Alcocer.
Entramos en la Oficina de Turismo donde fuimos obsequiados
con un DVD, audiovisual de la ciudad y quedamos para el día siguiente en que
otro voluntario nos iría a recoger al hotel y nos llevaría hasta la taquilla de
la exposición Un lujo, sí señor, di que sí.
Tuvimos también ocasión de colocarnos para aparentar ser
Reyes, haciéndonos la foto, en unos trajes confeccionados, de forma primorosa,
por miembros de la Asociación de Discapacitados de Arévalo, toda una obra de
arte y una bonita iniciativa para recaudar fondos. Acabamos tomándonos un café
en una encantadora posada real, de lo más agradable.
El domingo, ya sin lluvia, disfrutamos de, lo que para mí,
ha sido una de las mejores explicaciones guiadas que he disfrutado a lo largo
de mi vida de viajero. Montse, la coordinadora de la exposición nos hizo de
guía, poniendo su profesionalidad, buen hacer y cariño en su labor
emocionándonos con sus explicaciones.
Nos describió de manera magistral el audiovisual que se
proyecta, a modo de preámbulo, en la iglesia de Santa María, lo mismo que el
resto de objetos de la exposición,alojados en las iglesias de san Martín y el
Salvador, cuyo hilo conductor es el Credo: pinturas, esculturas, tablas de
retablos y libros sagrados. De todo lo que nos mostró me quedo con la
inolvidable sensación de haber podido tocar un Cristo yacente de Gregorio
Fernández (de la catedral de Segovia) o un mural todo él en relieve que recorre
la vida de los tres mártires de Avila. Tocamos también las esculturas de Adán y
Eva o de san Juan Bautista. En fin, que nos emocionó haciendo que, por fin,
pudiéramos sentir que estábamos viendo la espiritualidad de la fe y dejar
palpable ese mensaje que pretende transmitir la exposición en torno a la fe y
la magnificencia del Creador más allá de las obras o símbolos que la hacen
tangible.
Con el espíritu pleno de emociones, no pudimos por menos que
celebrar todo lo sentido con un vermut y poner el broche de oro al viaje con
otra comida soberbia en Casa Felipe, en una terraza cubierta muy agradable, por
cierto que nos trajeron la carta en braille, todo un detalle, muy poco habitual
cuando uno va por ahí.
El viaje de regreso transcurrió sin incidentes ni atascos y
llegamos con bien, esperando ya a preparar el siguiente.
De momento, de éste, nos quedamos con la ayuda que se nos
dio en todo momento, destacando a las voluntarias (y el voluntario) que nos
cedieron su tiempo y brazo, haciendo que nos sintiéramos muy cómodos y
acogidos, y con la gratitud para con Montse por su maravillosa
explicación. Se demuestra, otra vez más, que cuando se pone el corazón en lo
que uno hace, el éxito está garantizado.
2 comentarios:
Hola Alberto. Veo que no paras. Lo cual me alegra sobremanera. Y, al mismo tiempo, eres un acicate para personas tendentes al sedentarismo y al monotema. Así que doble enhorabuena.
Como ya no estoy en el banco te doy mi e-mail particular: francisc.tejedor@hotmail.com.
Un fuerte abrazo.
Desde Arévalo, y en nombre de mis compañeros voluntarios y en el mio propio, os trasmito, que nos alegra haber estado a vuestro lado. Un saludo Alberto, Elena y Nuria. Pilar.
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