Cuento mi viaje de estos días, justo antes de que emprenda
otro para estar en mi pueblo de Fuentestrún y alimentarme de la familia y la
tranquilidad soriana.
Hasta la vuelta.
Ya en uno de mis cuentos, que titulé “Los tangos de Budapest”
cité alguno de los monumentos de la capital húngara y lo hice como marco de la creación
imaginativa. Ahora lo hago una vez que los he visitado en un nuevo viaje,
magníficamente acompañado (como siempre) de mis lazarillos viajeros Alfonso y
Paloma, además de mis cómplices Elena y Nuria. Tres días y medio que han dado
lugar a hacerme una idea global de esta ciudad con tantas evocaciones y de
tanta belleza.
Describiré en primer término los lugares para, después,
compartir mi valoración e impresiones.
Viajamos el miércoles por la tarde con la compañía Wizz Air
y llegamos, después de 3 horas de tranquilo vuelo, al hotel La Prima Fashion de
4 estrellas y con un emplazamiento ideal para recorrer a pie la parte de Pest.
Una vez instalados los cieguitos en una cómoda y amplia
habitación nos dormimos con la ilusión de lo que descubriríamos durante los
días siguientes de la mano de Alfonso y Paloma.
La temperatura ha sido agradable para estas fechas, en torno
a los 30 grados por el día y los 18 por la noche, lo cual nos permitía dormir
con la ventana abierta pero sin el agobio del verano madrileño.
El jueves recorrimos la parte correspondiente a Pest, con la
Iglesia Parroquial del Centro, Váci Utca, el Parlamento, la Academia de las
Artes, la basílica de planta griega de san Esteban, la ópera y la Plaza de los
Héroes.
El viernes, claro, tras atravesar el Puente de las Cadenas
tomamos el funicular para subir a la colina del Castillo en la parte de Buda.
Allí callejeamos por el Palacio, la fuente y basílica de san Matías, el Bastión
de los Pescadores y el Laberinto.
Volvimos a Pest para asistir a un concierto sublime en la iglesia de san Miguel
y contemplar el Danubio de noche desde el Puente de la Libertad.
El sábado lo dedicamos al agua, con un baño en el balneario
Gellert y paseo en barco por el Danubio con escala en la paradisiaca isla
Margarita. Terminamos el día en el Restaurante Café Nueva York Palace, todo un
emporio por su historia, decoración y suculenta gastronomía. Degustamos el
mejor de los gulash y yo no pude resistirme a pedir una ensalada césar.
El domingo hicimos tiempo en la pastelería Gerbaud e hicimos
alguna compra antes de dirigirnos al aeropuerto para volver a casa.
Pudimos tocar un par de maquetas, me gustó especialmente la
que hay cerca de san Matías muy detallada. Pudimos tocar también algunas
esculturas que me recordaron a Oviedo como la de la Princesita, esa niña que
semeja un duende y a la que se le suelen acariciar las rodillas como signo de
buena suerte, además de un típico guardia y la de una chica con su perro que me
gustó mucho.
El Parlamento lo percibimos grandioso aunque me molestó que
no pudiéramos tocar nada, ya no digo la maqueta hecha de fósforos, nada menos
que 100.000 cerillas, sino los escaños o su decoración. La cúpula debe ser
espectacular así como la escalinata principal.
El Palacio, en la colina nos defraudó porque no se puede
visitar por muy majestuosa que sea su ubicación.
No llegamos a tiempo para la visita guiada de la ópera,
aunque seguramente también habría salido defraudado por aquello de no poder
disfrutar de su magnificencia, así que la cambiamos por terraza en el Callas
Café con, por mi parte, una fastuosa copa de helado con tres bolas y frutas
adornadas con barquillos y nata.
Disfruté especialmente del paseo en barco escuchando más que
las explicaciones de los monumentos, oyendo el agua que estábamos atravesando.
En la isla Margarita alquilamos una especie de carricoche de
pedales para los 5, en el que nos divertimos como nunca pedaleando sin ver en
medio de un paisaje de praderas y flores, estanques y quioscos de comida. Fue
gloriosa la carrera. Jajajajaja.
Budapest me ha gustado porque se puede pasear con
tranquilidad por sus calles peatonales en un ambiente relajado con fuentes por
doquier, estatuas y cafés que me transportaban a la época de finales del siglo
XIX y principios del XX cuando la ciudad estaba en su esplendor.
Los helados están buenísimos, atravesar sus puentes
imaginando y estar delante de construcciones
hermosas emociona.
Pasear por las galerías y grutas del Laberinto es toda una
sensación, lo mismo que lo fue ese masaje completo aromático que recibí de la
simpática masajista en el balneario que aunque ni la vi ni la entendí (no tengo
ni idea de inglés ni mucho menos de húnbgaro) me dejó nuevo.
En fin, que el viaje no ha defraudado las espectativas
aunque las percepciones que alguien que no ve, sean tan distintas de quien sí lo
hace. A quienes veis seguro que os impresionan las vistas de los edificios y el
entorno. A mí me llegan más otras sensaciones como los sonidos del agua, los
olores naturales y lo que uno imagina
mientras pasea y siente. En este sentido es muy recomendable deambular y
perderse por plazas, calles y grutas.
Hasta un próximo viaje.
5 comentarios:
Hola Alberto, veo que estás pasando unos días en familia, después de tu viaje a la siempre bella Budapest...Yo tuve el placer de visitarla hace dos años y me rendí ante esa hermosura de ciudad, junto con Praga , tienen en mi una enamorada.
Mil besitos volados.
Hola, Alberto.
Tú sigues como siempre, incansable en tus viajes y aventuras, de los cuales yo los disfruto casi como tú solo de oírte explicar punto por punto todos los detalles. Yo en casa todo lo que me pidan pero en la calle no me atrevo a dar un paso sola, por eso es que te admiro tanto.
Ah, ya he leído tu libro "Huellas de luz" y una vez más te felicito por tanta imaginación y fantasía, con lo que he disfrutado un montón. Como en todas las lecturas, siempre hay alguna que gusta más que otras, pero es un conjunto de cuentos y relatos muy entretenidos y poco cansados ya que son cortos y no se hacen pesados.
No dejes de escribir porque como ya sabes, aquí tienes una fiel seguidora.
Disfruta de las vacaciones que aún te quedan junto a tus padres y demás familia y después del 8 te llamo para hablar un ratito.
Un abrazo...
Me alegro de que lo pasárais bien. Te aseguro que el parlamento y la ópera son impresionantes. Es una pena que no llegárais a tiempo de la visita guiada de la ópera porque a nosotros la guía que nos tocó nos lo explicó todo muy bien.
Un abrazo.
No me extrañaría que nos tocara la misma guía Amelche, la nuestra fue maravillosa...
¿cuando vuelves Alberto?
Besitos volados para los dos.
cariño.
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