miércoles, 27 de febrero de 2013

Premio Un brindis por la ilusión. ¡Qué ilusión!



Es para mí una gran satisfacción compartir contigo el relato que presenté al Concurso “Un brindis por la ilusión” convocado por la ONCE y Su Fundación con motivo del 75 y 25 aniversario, respectivamente y que ha sido elegido como ganador de dicho concurso.
Más allá del contenido del premio (un fin de semana con todos los gastos pagados en uno de los hoteles de la cadena Conforthel) el que haya sido destacada mi ilusión, es especialmente emotivo para mí.
Aquí el texto. Espero te guste y te haga soñar.
Un cálido abrazo de luz.

Ser arqueólogo de la palabra

De niño siempre me sedujeron los viajes de Marco Polo o David Livinstone, me emocionaron las aventuras y descubrimiento de tesoros escondidos en lejanas tierras. Quise emular a los Heinrich Schlieman o Howard Carter. Soñaba con alcanzar fama y riquezas encontrándome con joyas únicas y vasijas repletas de monedas de oro.
Con todo eso fantaseaba mientras mis ojos se iban nublando hasta quedar completamente velados. ¿En qué quedarían, entonces, mis sueños de arqueólogo? Acabaría la carrera de Geografía e Historia como fuese, con el apoyo impagable de la familia y de mis compis de clase y, sobre todo, con las ayudas de la ONCE que me enseñó a leer escuchando y a manejar un bastón blanco.
Aprendí entonces que aún podía alcanzar el futuro. Podría explorar con ese bastón calles y plazas, recorrer caminos ignotos. La ilusión aleteaba acariciando mi corazón de nuevo cuando creí haberla perdido a mis 20 años.
 Pero más aún conseguiría: hallaría uno de aquellos tesoros deseados, un tesoro compuesto de puntos y de luz. Sería, sí, arqueólogo, pero en vez de civilizaciones, de palabras.
Mis dedos se hicieron expertos excavadores, de tal forma que refulgieron letras bajo las gráciles formas en relieve que el papel apergaminado me mostraba. El braille y su creador se introdujeron en mis venas como lo habían hecho las lecturas en mi infancia.
Fui así feliz, sentí que mi ilusión de descubridor de tesoros cobraba sentido pleno. Y todo gracias a los profesionales de la ONCE que me enseñaron braille.
Después vendrían otros muchos logros emocionantes, pero siempre que paso las yemas de mis dedos por esos puntos mágicos la ilusión pellizca mi alma como lo hace la del recién enamorado ante su amada, como lo debieron sentir aquellos ídolos de mi niñez.

3 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Sí, Sí, Alberto, dices: "más allá del contenido del premio..." pero ya te vemos haciendo las maletas para disfrutar de un finde relajante y de lujo. Jejejeje.
¿Soñabas con emular a Howard Carter? ¿Para descubrir la tumba de Cleopatra, tal vez? Caray, Alberto, es que eres fascinante desde el principio hasta el fin.
Tus sueños de arqueólogo de civilizaciones perdidas han derivado en la realidad del excelente escritor que eres, quien puede descubrir más cosas con su imaginación y creatividad que muchos metidos hasta las trancas en yacimientos remotos y polvorientos. ¿Sí o sí?
Enhorabuena y que sigas haciéndonos vibrar como lo haría un amante ante su amada con tus fantásticos relatos y ocurrencias.
Un abrazo que brinda por la ilusión.

amelche dijo...

Enhorabuena, un abrazo.

Alberto dijo...

Rosa, muchas gracias como siempre.
Ya me habría gustado descubrir no la tumba de Cleopatra, si no su alma. Pero bueno, menos mal que estás tú para guiarme en su búsqueda.
Seguramente es más cómodo y limpio escribir que escavar. Además es más fácil porque uno puede escribir en su casa y con popoco más. En cambio, las excavaciones requieren gran preparación, suerte y medios muchas veces inalcanzables.
Bueno, no me quejo del cambio, la verdad.
Y aún puede ser que descubro algo, quién sabe...
Besos de luz.

Ana, muchas gracias por tu felicitación. Sé que es de las buenas.
Cuídate y espero que algún día me puedas descubrir alguna placa de ésas que a ti tanto te gusta leer.
Besos, maestra.

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