domingo, 10 de febrero de 2013

La reina del carnaval



Pues bien, aquí estamos otro domingo. Buenas noches.
Que hayáis disfrutado de un inolvidable fin de semana como así lo he hecho yo.
Un cálido abrazo de luz.
Que estéis bien.

Es invierno aunque nadie lo diría. Ya no hace el frío de antes, ni mucho menos. ¿En qué quedó aquello de “febrerillo el loco, un día peor que otro?” Las grandes nevadas y los carámbanos han quedado en escuálidas borrascas y finos hilillos helados, aunque claro también hay lugares en los que la época  tiene al calor como dominante protagonista. Sea como fuere, el calendario continúa incólume marcando sus fechas. Y, por ello, Genoveva está ansiosa, no vive.
 es que se avecinan carnavales! Y resulta que a ella la han elegido como reina. Tendrá que estar radiante, bien preparada, con el ánimo enhiesto y la boca presta a las sonrisas aquí, acá y acullá. Qué ilusión le hace, qué guay.
Sí, maravilloso prodigio. La eligieron entre las demás a ella. Y eso aun sabiendo que no es la más guapa ni el bombón del pueblo. Es simplemente, voluntariosa atractiva. Ella se pregunta, a veces, en los momentos de reflexión, si no habrá sido fruto de algún fenómeno paranormal el que tal premio haya recaído en su personita.
Desde que le comunicaron la resolución del jurado no ha dejado de prepararse para el gran momento, el desfile de carrozas.
Pero si ella nunca ha salido en semejantes días. Si siempre la han excluido, si jamás se ha disfrazado. Y ahora, van y la nominan como reina. ¡Qué fuerte!
Está nerviosa aunque cree sentir que, al fin, quedará digna, pese a su inexperiencia de novata, saldrá airosa del lance carnavalero.
¡Qué buena noche hace! Después de la lluvia de días atrás, Hasta las estrellas se asoman al cielo. ¿Se disfrazarán también ellas?
Los listos ya lo tienen todo listo. Saben que, enmascarados como irán con sus trajes de arlequín, podrán campar a sus anchas y, como cada año, la vileza será su compañera más fiel. Mofarse podrán, manosear será su arte e impunes quedarán hagan lo que hagan. Alguno, el más ruin,  sabe, incluso, cuál va a ser su mayor proeza de ese año.
Genoveva está lista ya. Con su historiado tocado, con su banda, con sus plumas y su cinta de reina. ¡Es feliz!
Sabe, sí, lo sabe que muchos de los que la felicitan son meros aduladores falsos, aunque también se da cuenta de que hay quien se alegra de verdad por ella.
La música de charanga y samba suena triunfante, la chiquillería perla el aire con su ilusión y los enamorados vislumbran a sus amadas traspasando antifaces y maquillajes de vivos colores.
Un hombre vestido de fregona, un ciego disfrazado de ciego, un tigre conduciendo un coche, Cleopatras, uríes, napoleones y romanos togados pasean sus atavíos, ufanos.
Genoveva desciende la escalinata mientras sus ojos reflejan los fuegos artificiales que surcan el horizonte. Se siente bien, orgullosa, al fin podrá divertirse relajada. Han quedado atrás el protocolo y los discursos. No se da cuenta, ensimismada como está, que en todo ese espectáculo teatral también puede caber la tragedia. Y entonces, alguien…
Sí, ese alguien con nombre de ruin y apellido de cobarde le pone una pérfida zancadilla que la hace caer de bruces sobre uno de los pocos charcos que han quedado. Algunos se han dado cuenta ya: la reina tiene el vestido embarrado, el carmín se ha desparramado por su mejilla confundiéndose con su llanto triste, terriblemente triste.
¿Nadie vendrá a ayudarla? Se dice que no, que los demás van a lo suyo y que ahora ella ya vuelve a ser ese nadie que siempre fue.
Mas no es así. Toda una legión de manos se disponen sobre su alma y su cuerpo para izarla de nuevo, para levantarla más que nunca.
-Gracias.
Es lo único que atina a balbucir.
-¿De verdad que no os parezco horrible?
En ésas están, recomponiendo atuendo y espíritu, restañándolo todo cuando una de las carrozas se detiene.
Es la de los listos. Charlotadas, rebuznos, mojigangas y burlas son su comparsa.
Genoveva, entonces, ¿qué hará?
Digna en su sempiterna pequeñez, sonríe y perdona. No le importa que el oropel que la ciñó haya quedado manchado. Su corazón se mantiene limpio y, en su fuero interno, ha conseguido triunfar la alegría de haberse visto querida cuando más lo necesitaba.
Se desprende de la cinta que estrechó su talle y rozó su pecho y la lanza. ¿Hacia quien?
Muy a su pesar, el ruin, travieso miserable, la coge y la acerca a su cara. Un tenue perfume Magnifique de rosas y bambú aún impregna el satén. No puede evitarlo: se excita sonrojado.
Genoveva se siente bien; aunque mal, baila; ríe dichosa; se deja mecer por las notas musicales de la amistad, y la comprensión.
Al fin, cuando la aurora ha desvelado el telón de la fiesta, los actores aparecen en el lugar que únicamente les ha sido dado ocupar: una muchacha rodeada de amigos, gentes ojerosas y un solo hombre, aferrado a un trozo de fina tela, sin nada ni nadie más a su lado.




2 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Bienvenidos todos a la tragicomedia de la vida. Genoveva no esperaba verse allí pero la vida le deparaba una buena sorpresa. Era la candidata ideal, por belleza y dones mil, pero no lo sabía hasta llegar allí. Hasta verse allí siendo el centro de atención por méritos personales, ya que nadie le había regalado nada.
Desde el estrado y entre sonrisas de emoción y nerviosismo sabe distinguir muy bien qué felicitaciones son sinceras. Es tremendamente lista. Un lince, diría yo...
Alberto, me ha encantado imaginar a ese hombre vestido de fregona, a ese ciego disfrazado de ciego, a ese tigre conduciendo un coche, y a esas Cleopatras de las mil y una noches dispersadas entre el público... Y esos rastros de nuestras conversaciones diseminados por el texto con auténtica maestría. Te has superado, Alberto. Lo has vuelto a hacer. Y todo es mérito tuyo. Enhorabuena.
Gracias por saber plasmar con tanto arte la parte positiva de aquellas enseñanzas que a veces nos depara la vida, tan imprevisible ella.
Espero que a todos nosotros las experiencias, buenas o malas, nos sirvan para perfeccionar, y lo bueno derivará en sublime, como ha ocurrido con este delicioso relato. Como la vida misma, Alberto. Pero mejor que nunca porque viene enriquecido por el candente magma de la experiencia.
Un abrazo cleopatriense adornado con un rico tocado de plumas de avestruz a juego con tu mejor disfraz, el de la superación y el de la valía personal. Feliz martes.

Alberto dijo...

Rosa, no te veo yo a ti con plumas y demás, no sé no sé.
Y eso de comparar a la prota / prota con un lince... no sé yo que la vista y el lince (este lince) no se llevan muy bien.
Me alegro de que te haya gustado tanto este cuentecillo cuyo tema principal pretendía ser el perdón y la amistad.
En cuanto a Genoveva ella siempre sabrá que sigue siendo poca cosa pero muy rica en amigos.
A seguir compartiendo entusiasmos creativos.
Besos de fiesta.

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