Dedicado a mi querida Leire por recordarme que cada día hay
motivos para sonreír. Besines.
Cuentos a la luz de los valores
La ternura de mi abuela Pura
Mi abuela Pura es la caña. Cada vez que voy a visitarla
siempre está igual: junto al hogar entre pucheros, con su moño canoso bien alto
y con su delantal de cuadritos blancos y negros. Me da un abrazo muy fuerte muy
fuerte y me pellizca la mejilla.
Yo la quiero mucho porque me da peladillas y me cuenta
cuentos.
Yo sé que a veces está triste porque su cara, de normal es
como la luna, y entonces es como si el cielo estuviera nublado. Debe ser que
piensa en el abuelo Fermín que subió al cielo hace años. Yo no había nacido
aún, así que no le conocí.
Me encanta mi abuela Pura, con sus dichos y consejos. Me
dice que aprenda mucho para ser algo el día de mañana y yo le digo que así lo
haré aunque no la entienda mucho. A mí lo que más me importa es estar con ella.
Mi abuelita Pura me habló un día de su gato Cenizo y me dijo
que se perdió y que ella lo pasó muy mal porque no volvía. Pensó que algún
gamberro lo habría destripado sin razón. Me dijo que lo anduvo buscando por el
corral y las eras y que al final lo encontró con otros gatos. Supo, vaya usted
a saber cómo, que se iba a servir a la Reina de Corazones por lo que viviría
mejor que con ella, así que le dejó marchar.
Y otro día que se encontró con un cochinillo cojo. Estaba muy
flacucho. Ella, aunque siempre fue pobre, lo cogió para curarlo. Mientras el
cochinillo pudo estar con ella siempre la seguía a todas partes, incluso cuando
entraban al gallinero para recoger los huevos recién puestos. El cochinillo no
les hacía nada a las gallinas, sólo acompañaba a la abuelita. Luego el
cochinillo se hizo grande y lo convirtieron en chorizos y morcillas y
salchichones.
Y lo ricos que son sus guisos. A mami no se le da mal
tampoco eso de cocinar, pero hasta que le salgan como a ella falta mucho. Me
chupo los dedos con sus pechugas de pollo o con sus macarrones con atún o con
sus patatas fritas. Ummmm, se me hace la boca agua.
Les cuento todo esto porque resulta que me he decidido
escribirle la carta a Papá Noel pensando en ella. Me pregunto qué regalos
querría que le trajese. Es difícil. Ella nunca pide nada. Aunque igual si le
trajera un corazón nuevo no le iría mal. Es que mami me dice que está malita y
que su corazón está viejo. No sé. Yo le dije un día de regalarle mi muñeca de
trenzas pero me dijo que ella ya tenía la mejor muñeca del mundo, no tengo ni
idea de cuál será, yo nunca se la he visto.
Igual Papá Noel me hace caso si le pido eso del corazón
nuevo. Estaría chupi rechupi. Bueno, se lo pediré a ver qué pasa. Y si no se lo
trae… ya le daré yo alguno de los regalos que me traiga a mí, igual el coche
teledirigido o el juego de las gemelas.
Estoy contenta. Mami me ha dicho que la abuelita vendrá a
pasar con nosotros la Navidad. Ojalá venga para ver mi actuación en el cole. Es
que voy a hacer de corderito y si está ella me saldrá mejor.
Ay, mi abuelita Pura, cuánto la quiero, es tan tierna…
parece un peluche grande. La quiero tanto que por estar más tiempo con ella
hasta haría lo posible por aprobar las mates, que es lo que peor se me da.
Me voyh que ya llaman a la puerta. Sé que es ella que viene
ya, qué ilu.
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