Buen lunes:
Nuestro amigo el bueno de Benigno Pérez aparece de nuevo,
esta vez haciéndose un poquito más humano. ¿Será posible que entre él y Adela
esa noche de copas haya algo más que meras confidencias? Uuuuummmm… jejejejeje.
Buena semana.
Una noche de copas
-Jefe, ¿sabe una cosa?
-Dime, Adela. La cosa está tranquila hoy. Ya era hora de que
así fuera. ¿Tienes planes para esta noche? Seguro que te esperará plan por
Moncloa o Malasaña. Yo, en cambio, viejo como soy y solterón, rumiaré mis miserias
mientras me tomo unas cervezas en mi solitario hogar al tiempo que ponen la peli de turno en la tele.
Encargaré una pizza y pronto a dormir. Esto de los sábados noche no me gustan
nada. Pienso en cómo yo no tengo a nadie con quien salir, los años de juventud
pasada en que salíamos sin importarnos que los grises o los macarras estuvieran
cerca para dar candela quedan tan lejos. Qué viejo y qué solo estoy, Adela.
Mucho decir de mí lo buen poli que soy y los casos que resuelvo, pero al fin y
al cabo de nada me vale. Ojalá tú encuentres el hombre que sepa comprenderte y
quererte. Las parientas que tuve huyeron de mí porque no aguantaron ser pareja
de poli.
-Pues jefe, no crea. También a mí me pasa. Esto de ser poli
ahuyenta a ligones y moscones por mucho que me ponga rompedora. Ni los escotes
ni las minifaldas ni el maquillaje son capaces de ocultar lo que una hace.
Además a una ya no le apetece eso de ir de marcha palillera hasta las mil.
Igual se podía venir conmigo a tomar un mojito de fresa en el Vacaciones
Coktail Bar.
-¿Un mojito de fresa? Qué me dices. Yo, las pocas copas que
bebo son a base de gin tónic.
-¿Conoce la escultura de Julia?
-¿La escultura de Julia? ¿Quién es semejante moza?
-La escultura está en la calle del Pez y representa a una
chica de 22 años con blusa y falda, descalza y en la mano derecha lleva unos
folios de apuntes. Representa a Concepción Arenal, la primera chica que se
atrevió a ir a la universidad, allá por 1848, eso sí, disfrazada de hombre. ¿Le
parece que quedemos al pie de ella a las 9 y me invita a cenar en La bruta? A
cambio yo pagaré las copas en ese garito que me encanta. Prohibido hablar de
trabajo, salvo que me cuente quién es esa confidente que le ayuda a resolver
los casos que nadie sería capaz de resolver.
Detective jefe y ayudanta se encuentran lejos de la oficina
y de los siniestros casos que suelen unirles desde hace tres años. Se entienden
bien a pesar de la diferencia de edad. Con Roberto González, el otro miembro
del equipo, la relación es de otro tenor, cordial en lo profesional, pero sin
la camaradería que se ha fraguado entre ellos.
La noche en Malasaña
es, como acostumbra, animada. Ambiente festivo, bares y espectáculos anuncian
sus augurios de felicidad. La noche huele a promesa, la noche tiene el color de
los neones de luminosos que anuncian sus ofertas de ocio. Las callejas del
barrio se inundan de los sonidos de la noche: motos que portan a jinetes de
cuero, músicas de Sabina y salsa, bulliciosos encuentros de jóvenes y menos
jóvenes pero que conservan su espíritu.
Piden una Casimiro de la marca Mahou para cada uno. Les han
hecho un hueco en el fondo del salón. Mientras hojean la carta de raciones se
miran a los ojos. Piden la comanda. Se miran a los ojos.
-Adela, soy muy viejo para ti. Deberías estar disfrutando
esta cena con alguien mejor que yo.
-Benigno, no importa. Háblame de ti.
-¿Qué habría de interesarte de mí? Mis lecturas de Conan
Doyle o Charles Dickens y Alan Poe, las pelis de los años cincuenta y los
discos de vinilo.
-¿Por qué te hiciste policía?
-Estudiaba Ingeniería en la Complutense. Una noche parecida
a ésta un grupo de quinquis mataron a mi mejor amigo. Me juré que algún día
daría con ellos y les daría su merecido.
-¿Lo conseguiste?
-No, pero aquí estamos. Me destinaron fuera de Madrid,
primero a Barcelona, después a Bilbao y luego a Pamplona, y cuando regresé el tiempo de los perdones se
había instalado con la Movida y el buen rollito del Viejo Profesor. ¿Y tú?
-Bueno, me gusta resolver enigmas y tampoco se me ocurrió
otra profesión mejor. Así de simple.
La cena avanza complaciente y relajada. Tras abonar la
cuenta, se dirigen al Vacaciones en la cercana calle del Espíritu Santo.
Es tarde ya, pero no parece importar. El ambiente cada vez
se anima más en un barrio en el que la noche, y más si es de sábado, se
presenta plena de júbilos, ruido y música.
-¿Por qué te paras, Benigno? ¿Qué pasa?
-Shshshsh.
-Vaya, si mi querido Benigno está ahí enfrente. Y yo con
estas pintas. Claro, qué pintas va a llevar la muerte. Pero claro.. una tiene
que andar entre cartones viejos y cubos de basura para llevarse al último
mendigo de turno o al drogata colgado de la postrera sobredosis. Ay, Benigno si
no te quisiera tanto…
-Creo que mi amiga confidente está cerca. No sé qué
significará. Esperemos que no nos jodan la noche los macarras.
-Pero Benigno, ¿qué dices? Yo no oigo nada ni sé a qué te
refieres.
-Ay Benigno querido. Qué guapo vas y la chica… no tiene
tampoco nada de mala pinta. Hacen buena pareja. Pasaré de largo. Dejaré a los
mendigos y a los drogatas que vivan una noche más. Dejaré este barrio por una
vez. ¿Adónde voy ahora? La Moraleja, Majadaonda… ummmmmm…
-Vamos, Adela. Tomémonos ese mojito y te contaré. Aunque,
claro, no me creerás. Ni siquiera yo mismo me lo creo y tampoco sé muy bien
cómo explicarlo. Creo que nos hará falta más de un mojito para hacerlo.
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