domingo, 6 de octubre de 2013

El fantasma de los prismáticos



Buenas noches de domingo. Que estéis bien.
Ah, y cuidadito con las casas rurales ésas que uno visita tan confiado e ilusionado.
Con cariño.

El fantasma de los prismáticos

-¡Deja ya de mirar, mujer! Se va a quemar la coliflor. Y entonces no habrá quien aguante la peste. Que aún si luego pudiéramos escaparnos… pero como se queme… puaaaaaffff
-Pues apágala tú, que yo estoy en el momento más interesante.
-Pero si no se ve nada. Desde aquí no podemos ya ver nada.
-Eso es lo que tú dices porque no sabes mirar. Nunca quisiste aprender y ahora me reprochas a mí.
-Qué ilusa eres. Te crees que porque veas la vida desde aquí, vas a volver. ¡Resultas patética! Con esos prismáticos de plastilina.
-¡De plastilina, no! Son de polimetacrilato reforzados con lentes de colágeno, idiota. Que bien nítidas muestran las imágenes de los vivientes. Cómo han ido cambiando en fisonomía y atuendos, y qué máquinas más extrañas usan.
-Bah, a nosotros nada nos importa de ellos. Al final acabarán igual que tú y que yo.
-Ja, o no. O inventan algo y encuentran la manera de rehacer lo que ahora se deshace sin remedio.
-¿Ahora? ¿Qué es para ti ahora? Esa palabra ya no cuenta para nosotros.
-Señores cadáveres, vénganse. El Maestro les reclama.
-A Él no podrás replicarle como lo haces conmigo. Con tan poco respeto. Y quítate los prismáticos ésos. Tíralos.
-Anacleto, Gilda. Me dicen que no terminan de adaptarse a las normas de esta Casa. Y eso no me gusta.
-Señoría, que esta mujer me trastoca las mandíbulas y el esqueleto me retuerce. Ella tiene la culpa de todas mis desgracias.
-Déjate de excusas, inadaptado, que eres un inadaptado.
-¿Inadaptado yo? Pues tú, que estás todo el día asomada a la baranda…
Déjense de disputar. Si continúan así, me veré obligado a enviarles a las calderas. Y olvídese, doña Gilda de ese artilugio. No nos gusta aquí que husmee en las vidas de quienes, deben vivir su tiempo antes de integrarse en nuestra comunidad.
-Pues bien que les gusta a sus ayudantes el que yo les relate lo que sucede después de que otro muerto más se lo traigan a este sitio de mierda.
-¡Irreverente! ¿Qué irreverente y qué blasfema!
Así ha sonado el eco de un coro celestial.
-Gilda, tú lo has querido.
El Amo la reviste con una túnica blanca que clava a su descarnado omóplato con una astilla de carcomido ataúd.
-¡Vagarás eternamente por los pasillos y recovecos de la casa de los antepasados de este buen  Anacleto que tanto ha aguantado de ti. Los humanos vivientes se aterrarán ante tus señales, pero tú nada podrás hacer para que se calmen. La casa estará maldita por siempre y así lo será porque tu alma condenada la habitará.
Con un horrísono gong la sentencia se cumple.
-Papá, en la casa del abuelo Anacleto se oyen ruidos extraños y unos anteojos me perseguían.
-Hijo, cuándo dejarás de leer esos libros de terror o ver pelis de fantasmas. Que no te sienta bien.
-Que no, papá, mamita, que… con lo a gusto que siempre he correteado por ella. Pero desde ayer tarde, me da miedo volver.
-Lo que hay que hacer, cariño,  es venderla y nos quitamos de problemas. Pondremos el cartel y ya veréis cómo nos la quitan de las manos. Una casa como ésa, junto al bosque, amplia y tan bien construida. Iría muy bien como casa rural.
-No vendrá nadie, mamita. El fantasma…
-Qué fantasma ni qué niña muerta. Puede que hagamos un buen negocio.
  -¡Vámonos de aquí. Devuélvannos el dinero. Estafadores.
Palabras como éstas, y peores,  fueron las que tuvieron que escucharse los dueños de Casa Anacleto, de parte de los turistas que, al principio, una vez acondicionada, llegaban, deseosos de disfrutar del paraje y pasar días felices de vacaciones. Eso, al comienzo, que luego se exntendió su mala fama y se arruinó.
Siempre achacaban lo mismo como refrendo a tales imprecaciones y enojos: “hay unos anteojos que se mueven y nos persiguen”.

4 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Lo que no has dicho es que era yo el fantaaaasmaaa de los prismáaaaticos... Uuuuuuhhhhhh!

Muy original, Albertito. Un besito espectral.

amelche dijo...

Pero, ¿a qué casas rurales vas? ¡Ja, ja!

Rosa Sánchez dijo...

"El Amo la reviste con una túnica blanca que clava a su descarnado omóplato con una astilla de carcomido ataúd"...
Me apasionan tus relatos, Alberto, me está entrando el gusanillo de escribir relatos de terror... y es que lo tuyo es crear tendencia, jeje. Sigue así que nos deleitas. Trabajes con el género que trabajes, lo bordas.
Un abrazo fantasmal, jajaja!!

Alberto dijo...

Merceditas, Ana, Rosa: gracias por vuestros fantasmales huellas, jejejej, unas huellas que son de letra y cariño.
Líbrenos Dios de los fantasmas de carne y hueso, quedémonos con el de la fantasía y la magia.
Besitos para las tres, besitos como clavitos.

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