domingo, 8 de julio de 2012

Quién sabe


Quién sabe, ¿verdad? Sí, quién sabe lo que uno puede descubrir cuando se observa e imagina.
Después de esta semana, plagada de emociones para mí, retomamos rutinas y días veraniegos de menor actividad.
Que estéis bien y vayan también aquí mis deseos de que estos días de sol y estío sean realmente agradables y repletos de luz.
Con cariño.

Esteban se sienta, como otras veces,  en uno de tantos bancos de una acera de esas calles madrileñas por las que suele transitar.
¿Para qué? Descansará de su paseo, buscará atenuar el sofoco que trae y, quién sabe…
Se relaja, apoya el bastón blanco en el canto del asiento hecho a base de gruesos listones de madera y su tendencia a la escucha se pone en marcha para traerle sonidos de ruidos urbanos, rumor de hojas arbóreas y voces que pasan por delante, voces de personas que deambulan en mundos de cotidianeidad.
 No puede evitarlo, imagina, fantasea con cómo serán o qué historias protagonizarán.
Y, entonces,  en medio de ese marasmo atento, percibe una melodía que suena a llanto joven, a lágrimas de muchacha.
Ante semejante música, se siente tentado a indagar acerca de su intérprete y motivos que la producen.
Pero la chica pasa de largo y él no se levanta. ¿Miedo? ¿Pereza? ¿Timidez? No ssabe, pero se queda con las ganas. A cambio se pregunta: ¿habrá sufrido el primer desengaño amoroso? ¿Alguien le habrá causado dolor? ¿Se le habrá roto el juguete de sus sueños? O, incluso, ¿llora de emoción incontenible? ¿De felicidad?
Más aún, ¿será guapa? ¿Alta? ¿Pelirroja? ¿Prometedora?
Días después, una noche, cuando Esteban vuelve para casa, es tarde pero aún no tanto como para no poder regresar en Metro, una chica le ofrece su ayuda. Va cantando feliz y le coge del hombro, muy cercana, para guiarle. Le dice que se llama Leyre, que si sabe qué significa su nombre. Él le dice que  no tiene ni idea. Ella toma una salida; él, la contraria.
¿Por qué no habré estado más hábil y le habré dicho que mi salida es su salida? Al menos habría disfrutado unos instantes más de su proximidad y de su alegría. En fin, ya no hay remedio, aunque… quién sabe…
Es domingo. Como cada domingo, Esteban se dirige a su parroquia para asistir a la misa de una. Desconoce el motivo, pero la iglesia está abarrotada y como que se celebra algo especial. Los coros son alegres, la felicidad se intuye y el sacerdote se esmera en la homilía. Tras la consagración, se anuncia el motivo, se desvela el misterio.
Un grupo de chicos y chicas del barrio marchan como misioneros a tierras subsaharianas. Se encargarán de llevar luz a la noche de unos niños que buscan futuro. Ellas y ellos les ayudarán a conseguirlo.
Sucesivamente Van tomando la palabra. Cuentan sus espectativas, sus ilusiones. Y entonces…
-Mi nombre es >Leyre. Cuando el lunes pasado nos confirmaron que, por fin, marchábamos a Africa, lloré de emoción. No pude evitarlo, iba por la calle y no podía dejar de llorar. Esta aventura para mí es muy emocionante. Haré todo lo que pueda por aprender y ayudar.
Es la chica del Metro. Es la chica de las lágrimas. Qué cosas.
Esteban, que siempre se sitúa en el banco más cercano a la entrada, se queda un instante escuchando la canción de despedida, una canción que habla de colores con nombre de esperanza y de pintarse la cara y de querer que se pueda. No es capaz de evitar que la nostalgia y la envidia asomen a su mente. Si él pudiera...
-Holaaaa. ¿te acuerdas de mí? ¿Sabes ya qué significa mi nombre?
-Claro, guapa. Bondad. Mucha suerte y muchas gracias por ayudarme el otro día.
   Es verdad, luego, Esteban hace como cada domingo: sale, busca las escaleras, va en pos de su vermut. Eso sí, ese día, lo tomará a la salud de Leyre y brindará por su éxito y su vuelta. ¿Volverán a encontrarse? Quién sabe.

3 comentarios:

Recomenzar dijo...

Ha sido un placer leerte

Mercedes Pajarón dijo...

Completamente convencida de que se volverán a encontrar; para eso está la magia.

Feliz miercósculo! Mua!

Alberto dijo...

Recomenzar: gracias por pasarte por aquí y por tus felicitaciones.
Buen día.

Merceditas, eso es, para qué va a estar, si no, la magia y la luz de los cuentos.
Que sí, que pronto vuelva a haber encuentros y sorpresas que son luz.
Besósculos de miércoles lucero.

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