Un brindis por esas amigas que están siempre
ahí, a mi lado, para que el tiempo de los encuentros nunca tenga que
descontarse.
Con cariño y que disfrutéis.
Feliz semana.
Cada vez que Andrés visita la casa de Marta no
deja de sorprenderse por su exquisito gusto en la decoración y adornos.
Detalles que dan muestra de la personalidad de su amiga y que son la guinda de
su probada hospitalidad, al tiempo que su deseo de que quien hasta ella se acerque,
se sienta maravillosamente bien, feliz.
Alguna vez le han comentado, quizá con
envidia, de que tanto exceso de cuidado es innecesario, que no sirve de nada el
que se moleste tanto por sus invitados. Ella sonríe y calla, sabe que merece la
pena hacerlo por agradar. Y, bueno, tampoco es para tanto, le sale de manera
natural.
Un discreto oloroso ramo de lavandas, un lazo
de colores, un dibujo que han hecho sus niños, detalles que no son costosos ni
espectaculares, cosas pequeñitas pero que son grandes por su significado, por
quienes se las han traído o hasta regalado y porque reflejan, cual prístino
espejo, lo que es Marta, su calidad humana, su bondad.
Cada vez que Andrés visita la casa de su
querida amiga Marta se siente intrigado. ¿Con qué nueva sorpresa se encontrará?
¿Qué nuevo objeto de vida le aguardará? Con todo lo que la aprecia y semejante
acicate, se le hace difícil resistirse a no ser pesado, a verla de tanto en
tanto. Sabe lo agobiada que va entre el trabajo, sus obligaciones de madre, y
vaya pedazo de madre que es, sus problemillas de espalda, el tiempo que dedica
a su familia y tantas otras ocupaciones más. Pero también él sabe que visitarla
le hace bien, la ayuda a no ceder al cansancio que, a veces, la asalta como un
irresistible huracán.
Es tanta la confianza que se tienen que no
necesitan preparativos ni agasajos desmedidos. Un cafecito, un refresco, unas
patatas fritas o cualquier pasta. Y mientras Eric y Yenís juegan en el jardín
ellos charlarán, compartirán confidencias y reirán con las ocurrencias del uno
y de la otra, se despedirán con un cálido abrazo y empezarán a descontar el
tiempo que restará para su próximo encuentro.
Y ese tiempo descontado ha vuelto a transcurrir
otra vez más una tarde de primavera. Andrés llama, con su ritmo acostumbrado, a
la puerta de Marta. Saludos de rigor en forma de suaves palmadas en la mejilla,
un “hola, guapetona, te veo igual que siempre”, una pícara y fresca sonrisa, un
“pasa, anda; que siempre estás igual”.
Y él busca, proyecta su mirada en una
panorámica espectante. ¿Una curiosa botellita labrada y con su corcho en
miniatura! ¿Qué es? ¿De dónde ha salido? Evoca rápidamente imágenes de elixires
mágicos, duendes encerrados, licores exóticos.
-Te gusta, ¿verdad?
-Sí, es muy chula. Y tendrá su historia y todo.
-jajajajaj. Claro.
-¿No me la vas a contar? Que ya sabes que luego
yo me monto mis películas con tus chismes.
-¿Chismes? Jajaja
-Anda, bah, cuenta cuenta.
-Salí el sábado pasado en busca de manzanilla
al bosquecillo de ahí arriba con Chispas, ya sabes… el perro que tenemos, y
cuando vi que se ponía a escarbar pensé que igual encontraba un tesoro, una de
esas joyas que trae alguna vez, un palo, una lata vacía y oxidada, un cacharro
abollado, en fin. Y va y entre hojas secas y tierra me viene con eso. No me atreví a tirarla, pensé que
quedaría bien en cuanto la limpiara. Y oye, chico, que fijándome más tenía esculpido
algo en el cristal, ¿a que parece la cara de alguien? Y unas letras que no he
podido descifrar. Supongo que entre que están casi borradas y que faltan
algunas no hay forma de que sepa qué querrán decir. O era la marca de la
botella o…
-¿Y si era un mensaje para quien la encontrara?
¿Y si…? ¿La has descorchado?
-No, he esperado a que vinieras hoy para
hacerlo juntos.
-Ah, pues venga venga. A ver qué pasa.
Un perfume con sabor a rosa, lilas, jazmín y
orquídeas inunda la estancia. Sus respectivos olfatos se ponen en acción sin
que puedan evitarlo. Y éstos les transmiten un mensaje.
-Madre mía, qué bien huele. Qué pasada. Nadie
diría que pueda haber estado enterrada, seguramente desde décadas o siglos,
quizás.
-Ah, pero no; Anda, mira, fíjate bien. Si es el
dibujo de… Si se…
-Que no puede ser, que no digas tonterías, cómo
va a ser eso que dices. Ya estás viendo visiones.
-¿Visiones yo? Pero es que, mirándola
detenidamente y tocando el perfil de la cara en relieve que tiene… ¡Es la tuya!
¡Es igual que la tuya! ¿Y las letras? Una M, una R, una T, una C y una A.
¿Martica?
-No es verdad, pero… ¡Me haces tan feliz con tu
cariño! Con tus llegadas, con tu apoyo, con tus siempres…
Marta calla,
no puede continuar. Acaricia la botella, una lagrimita emocionada quiere
asomarse para ver el momento y ser partícipe. Andrés calla también, piensa,
sonríe, recuerda.
Y esa
tarde de prrimavera se les ha hecho tarde. Saben que tienen que volver, que dar
comienzo a otra cuenta atrás en el reloj de sus encuentros. Aunque, ¿y si esta
vez, por una vez, no lo hicieran?
8 comentarios:
Alberto, te felicito por la publicación de tu libro, y por todos tus relatos que nos animan. He tenido que pedir ayuda a Ana, no encontraba dónde hacer comentarios.
Este relato me gusta mucho.
Tere, qué alegría. Bueno, ahora ya sabes cómo dejarme tu huella. Así que cuando quieras, aquí estoy.
Muchas gracias por la felicitación y me alegro que te gusten mis relatos. Es toda una alegría para mí.
Espero que Ana haya superado con éxito su examen de alemán. Así habrá sido sin duda.
Besos cariñosos de luz.
Bueno, bueno, Alberto, dejas esos suspenses al final de algunos relatos que me parece oir música de fondo acompañando la intriga. Que nada, que escribir es lo tuyo, chico, no sé si ya te lo habrán dicho. Que es seguro que sí, y mucha gente.
Ya me gustaría a mí compartir algún día portada contigo. Y, por qué no, algún café qué otro también. Sé que todo llegará, Alberto. Felicidades por este nuevo relato. Tú sigue así.
Alberto, he vuelto porque no encuentro relación entre el relato de hoy y la imagen que has puesto encabezando esta entrada con la virgen, San José, el niño Jesús y los pastores adorando al mismo... Te veo con ganas de que llegue el frío y vuelvan los turrones y mazapanes... pero aún nos queda esperar un poco hasta entonces, ahora es tiempo de helados y horchatas. Pues nada, sólo eso. Cuídate.
Rosaaaa, jejejjeje. ¿Ves lo que p asa cuando uno pone imágenes sin verlas? Y yo buscando una botella con imágenes labradas y en vez de eso pongo el belén. Toma castaña, toma del frasco (más bien la frasca) carrasco. En fin, otra ciegada como cuando puse la imagen de la Maja Desnuda de Goya solo con medio cuerpo para abajo enseñando imagínate qué. En fin.
Ah, y no sé si la escritura es lo mío. De momento de lo que vivo es de la lectura por aquello que soy técnico de biblioteca.
¿Y qué hago ahora con la dichosa imagen navideña? ¿La dejo como muestra de mi cegazón o la cambio por otra más adecuada?
Ale, besos de luz.
Alberto,lo tuyo tiene un mérito muy grande, así que no te preocupes si en vez de una botella nos pones un belén, o en vez de un belén (llegado el caso), nos pones la parte de abajo del David de Miguel Ángel. Estamos dispuestas a disculparlo todo, je, je.
Claro, no sabes si la escritura es lo tuyo porque apenas escribes y nadie se divierte con tus ocurrencias, ¿verdad? Pues nada, seguiremos intentando hacerte ver que tú vales para esto, y mucho. ¿Qué se le va a hacer?
Y sí, has armado el belén, y bien que está, porque estas cositas hacen aún más entrañable este blog. Bueno, un abrazo grande.
Hombre, rosa. Puestos a poner partes de abajo, pondría... ¿la mía? jajajjajaja. No, mejor nos quedamos con el Belén. Y si no, siempre nos quedará el David de Miguel Angel.
Sigue, sigue convenciéndome de si es o no lo mío la escritura. jejejej.
Más besitos de luz.
Ja, ja, ja, eres genial.
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