martes, 16 de septiembre de 2008

Comer a ciegas

Se dice, con frecuencia, que la comida entra por los ojos. Tal vez esto sea cierto y por eso se crean platos decorativos combinando colores y formas. Entonces, si esto es así, ¿cómo una persona ciega puede disfrutar del placer de la comida? Os aseguro que es posible, yo lo hago, aunque eso sí, mejor con una buena compañía.
Los distintos alimentos tienen sus olores característicos y sus texturas peculiares, perceptibles al olfato y al gusto.
El preparar un buen guiso es casi toda una tarea de alquimistas, de aquellos de la Edad Media, que buscaban la magia de la piedra filosofal. Sí, esos productos que salen de la tierra y reciben el cuidado de los agricultores pasan a la mesa a través de la destreza en la cocina.
Para que una persona ciega pueda sentirse cómodo ante esos platos habrá que facilitarle un poquillo la tarea.
Explicarle cómo están dispuestos los ingredientes en el plato, para lo que nos serviremos de la analogía de un reloj… la carne (solomillo, por favor poco hecho) a las seis, los pimientos a las tres, las patatas a las doce, los champiñones a las nueve y en el centro un poco de salsa de trufas, pongamos por caso.
Si es posible, cuando invitéis a una persona ciega a comer preparadle viandas fáciles de cortar, con poco o ningún hueso o espina y luego el postre si es fruta servidla ya preparada, a modo de macedonia, y si es helado en una copa.
Para cortar un filete nosotros tocamos primero con el cuchillo el perímetro y así nos hacemos una idea de cómo es su forma. Después iremos cortando trocitos ayudándonos del cuchillo y el tenedor, que será, además la prolongación del tacto.
En fin, tenemos nuestros trucos para manejarnos en la mesa, aunque a veces la última aceituna de la ensalada se nos resista y cobre vida propia.
Para saber que hemos terminado, pasaremos el tenedor por la superficie para comprobar que no queda nada.
Si queremos beber, verteremos el contenido en el vaso, ayudándonos de las dos manos. Si uno es muy habilidoso, por el oído y el peso sabremos cuándo está lleno. Los que somos más torpes metemos la punta del dedo índice y cuando sentimos, como si fuese una boya, que el líquido entra en contacto con ella, ya está. Así que beberemos con sabor a yema… yema de dedo, claro, no de huevo… jejej.
Que os aproveche y prometo haceros los honores correspondientes a un buen plato.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde niña, no me preguntes por qué, he intentado manejarme en una habitación a oscuras y con los ojos cerrados, hasta el punto de llegar a hacerlo bastante aceptablemente... también escribir con la mano ezquierda, con el pie, la boca...¡Que chalada! ¿O...Quizá no?
Un abrazo.

amelche dijo...

Comer siempre es más agradable en compañía. Y gracias por avisar de cómo hay que preparar todo, por si alguna vez te invitamos a comer. Una duda que me ha surgido leyendo esto es: ¿Y tú cómo cocinas?

Anónimo dijo...

Muy ilustrativo y servirá a todo el que lo lea para tenerlo presente cuando se de la ocasión.
A disfrutar de la comida.

Merche Pallarés dijo...

Lo tendré en cuenta... Besotes, M.

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