domingo, 16 de septiembre de 2012

Amistad


Como prometí, retomo hoy mi costumbre de enviar mis cuentecillos que no pretenden otra cosa sino animar y sembrar ilusión. Ojalá lo consiga también durante este curso.
Gracias por ser tan fieles y regalarme vuestra confianza.
Os agradeceré vuestras críticas o comentarios.
Bueno, allá vamos. Viva la amistad que nunca muere si es con mayúsculas, pase el tiempo que pase.
Abrazos de luz y feliz semana.
Con cariño.

Sinforoso siente cansancio, está harto. Tanto oír la palabra amistad y, sin embargo,  de él nadie es amigo ya.
Eloísa, siempre experta en almendros, en cambio, nunca cree haberla escuchado. Ella, tan deseosa de ayudar y sin saber cómo ser amiga.
¿Y el paraguas? Es conxciente de que tan solo es querido en razón de su utilidad por lo que ni le es dado ofrecerla ni recibirla. Claro, es un objeto y dicen que ese sentimiento  se reserva a las personas en exclusiva. ¿Cómo él va a ser amigo de un banco o de una cartera?
A Sinforoso le gusta pasear. Más ahora, en otoño, que el campo muestra colores nuevos y olores distintos tras el estío.
Eloísa aguarda. Eternamente ha sucedido lo mismo. Sabe que alguien llegará hasta ella aunque solo sea durante un instante. Cómo le gustaría que quien quiera que, hasta allí arribara, lo hiciera para quedarse.
Es octubre. Es tiempo de sacarle del armario, no sea que vaya a llover y eso que ya se sabe: que no lo llevas, te calas; que lo llevas, no cae ni una gota.
 ¿Quién es Sinforoso? ¿Quién es Eloísa? ¿Quién el paraguas?
Hace muchos años, parece mentira, el anciano Sinforoso sí tuvo una amiga. Muchos creyeron que era su mujer aunque, en realidad, nada más hubo entre ellos que un sincero afecto lleno de complicidades.Después del accidente trabajó mucho llevando ilusión aquí y acullá, haciendo de payaso, alegrando a todo el mundo pese a que él, en numerosas ocasiones, estuviese triste. Se vació la maleta de la chispa que provocaba risa y se quedó sin nada. ¿Sin nada? No, con un paraguas que fue sombrilla de la guapa equilibrista, su amiga a la que le obligaron a abandonar porque no era ni su marido ni formaba parte de su familia.
Eloísa tenía su casa junto al almendral. No recordaba cómo había llegado hasta allí. En su cabeza había una nada que quería recordarle a todo. Al principio esto la enloquecía, pero aprendió a ignorar y a mecerse en la placidez de la rutina alfombrada de hojarasca, ciclos de cosechas y transitar de visitantes que marchaban ignorándola, como sin verla. No lo sabe, pero a su puerta alguien llamará. Ella no atenderá porque está sumida en su laberinto perpetuo sin salida.
Es que un particular ha encontrado esa especie de cabaña un poco desvencijada y le parece escuchar algo que podría… Se dice que son alucinaciones de viejo chocho. Se ha secado el sudor que perla su frente y ha continuado caminando. ¿Y el paraguas con el que se acompañaba a modo de bastón? Lo deja olvidado. Pasará un rato hasta que se percate del despiste, tan sumido está en sus cavilaciones que ni cuenta se ha dado de que no lo llevaba.
La anciana olvidada sale para no sabe qué. Tropieza. ¿Qué será? Se agacha y lo ve. Comienza a recordar: un vuelo en el aire del alambre al trapecio, una… ¡sombrilla! Sí, su amiga, aquélla con la que hacía juegos malabares y tanto flirteó incitando. La abraza al percibir, cuánto tiempo hacía que no lo sentía, calor en el alma.
Sinforoso no ha podido avanzar sin regresar allá donde dejó su, entre comillas,  bastón abandonado. Está seguro de que lo hallará, pero la sorpresa sustituye a su seguridad. ¿Qué habrá sucedido? ¿Llamar otra vez a aquella puerta? Si antes nadie ha respondido, ¿para qué voy a repetirlo?
Duda entre insistir, continuar _total qué más da a esas alturas de su existencia_ o pasar.
Entretanto, Eloísa descorre el velo de la memoria. La nada se llena con recuerdos. Amigo, amigo, amigo.
El paraguas, recuperada su verdadera condición de sombrilla, abrazado, se sabe querido y quiere. ¡También para él tiene significado la palabra amistad.
Eloísa torna afuera. Mira al cielo vestido ya de luna y estrellas, mira en su derredor, observa con ojos nuevos sus viejos entornos. Ve una figura que se aleja, ¿la reconocerá? ¿Saldrá en pos de ella? Está tan a gusto con su querida sombrilla y su recién recobrada memoria que no se atreve a moverse, por si pierde pie aunque… un grito brota impetuoso de su seno: ¡¡amigooooo!!
Sinforoso se detiene, vuelve la vista sobrecogido. ¿Qué grito ha sido ése? ¿De qué garganta procede? ¿De su hueca cabeza? ¿De la noche? ¿De…? ¿Aún le quedará una oportunidad?

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Asturias: destellos de accesibilidad, cariño y aventuras


El miércoles pasado os escribía diciendo que volvía y que quería contar. Pues bien, hoy retomo ese propósito para hablaros de mi último viaje compartido otra vez, con mis amigas Nuria y Elena.
El destino, Oviedo y algunos otros parajes más de este paraíso en la tierra que es Asturias.
Tras los oportunos preparativos para la búsqueda de alojamiento  y visitas guiadas, entre el 6 y el 9 de septiembre volvimos a llenar el equipaje de ilusión y empeño para afrontar el reto de un nuevo periplo a ciegas.
Contamos con el ofrecimiento de Joserra y Ana, su mujer, para ayudarnos a llegar más lejos y ver con sus ojos lo que habríamos de percibir nosotros con nuestros sentidos.
El caso es que, con ellos, la guía y nuestra complicidad, podemos decir, sin rubor, que lo aprovechamos  al máximo.
Tarde del jueves, visita guiada por las iglesias del prerrománico (San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco), calle Uría, parque de San Francisco, plaza de la Escandalera, universidad y catedral con su cámara santa para terminar en la calle Gascona, el Bulevar de la Sidra.
El viernes, con Joserra y Ana, Arriondas, Covadonga (con su basílica y la gruta donde mora la Santina), Cangas de Onís, Lastres, la Cuevona y Ribadesella.
El sábado, por nuestra cuenta, en autobús, Villaviciosa y la playa de Rodiles.
Y el domingo, misa en san Juan el Real con banda de gaitas y coro, y otro paseo por el centro remojado en La Paloma, el clásico de los vermuts ovetenses.
Tras el programa, las emociones:
Sorpresa cuando la guía nos dice que viene provista de una serie de herramientas para ayudarse en las explicaciones que nos ofrecerá. Resulta que son réplicas de los monumentos visitados adquiridas en la tienda de souvenirs. Esta sí que es buena, al fin, una profesional del turismo se preocupa por adaptarse a nuestras necesidades. Tanto lo ha hecho que incluso ha pedido asesoramiento a alguien conocido nuestro. Genial.
Alegría al descubrir que, en Ribadesella, en las casas de los indianos, hay placas rotuladas en braille que explican la construcción y orígenes.Estupendo, los puntitos nos reciben también allí.
Cosquilleo en mis manos y mi alma al tocar los agujeros de las balas que determinada guerra dejó en las columnas del patio de la universidad, palpar la piedra auténtica de más de 1200 años o el tejo centenario que los celtas adoraron en la lejana noche de los tiempos.
Gratitud a nuestros lazarillos de ese 7 de septiembre (recuerdo la canción de Mecano) por su compañía, sus explicaciones y su charla entrañable y enriquecedora, remojada con cierto compuesto (no sé si  con o sin novia) y determinado zumo de manzana inevitables.
Frustración ante lo difícil que se me hace la ciudad de la regenta a la hora de moverme por sus calles sin semáforos acústicos y con cruces anchos que se me atragantan cuando ya creía que los tenía dominados. Pregunta aquí y allá: “enfrente, ahí al lado, cerca…” Conceptos ambiguos que no me ayudan. Menos mal que Nuria está allí para orientarme con su “GPS de ciega” y su habilidad a la hora de orientarse.
Sobrecogimiento al encontrarme junto a la Santina, dentro de la gruta después de prender 4 velas por la felicidad de nuestras familias. Rezo ante la imagen para pedir paz y bien. Sobrecogimiento también cuando el domingo, la banda de gaitas y tambores interpreta el himno de la región, ese “Asturias, patria querida” que todos conocemos pero que allí, en vivo, suena majestuoso.
 Ilusión al tocar algunas de las estatuas que pueblan las calles y que nos permiten ver tipos característicos de la tierra, como son el viajero, con su paraguas y sus maletas; la lechera, con su cántaro y su borriquillo y su atuendo de campesina; Boody Allen, a tamaño real que impresiona por lo pequeño;  y, cómo no, Ana Ozores con sus perifollos de sombrero florero, collarón de perlas y guantes; además del dedo gordo de La maternidad de Botero, punto de encuentro y encuentros.
Placidez al escuchar el mar, con sus ritmos y palabras evocadoras de color y espuma, casa de sirenas y veleros.
Gozo de los sentidos al paladear viandas tan excelsas como ese guiso de patatas con tiñoso (cabracho), esa fideguá con mariscos, ese arroz con leche requemado o esa tulipa de helados de turrón y tarta de queso.
Incredulidad al circular con el coche por las entrañas de una cueva con sus estalactitas y todo. Nos bajamos para sentir el eco y el frescor de ese paraje próximo a Tito Bustillo (que estudiara allá por mi época de aspirante a arqueólogo). Resulta impresionante la sensación.
 ¿Y las anécdotas?
Buscamos un lugar distinto para cenar. Nos mandan a la calle Miguel Pedregal, está llenísima, abarrotá. ¿Qué hacer? Seguir caminando calle adelante. “Este bar parece que está más tranquilo.” “Pasen, pasen, ¿qué les apetece?” “¿Dan de cenar? ¿Qué lugar es éste?” ¡Una pizzería italiana, La góndola! Tócate los pindingos, ir a Asturias y acabar bebiendo Lambrusco. Que no se diga. Ahora, que es todo un acierto, tanto que hasta nos regalan, para llevarnos, la copa veneciana, una góndola enpequeño, que ha dado acogida a un lecho de macedonia cubierto de tres bolas de helado, ahí es nada.
¿A qué se va a Asturias? Toma, pues claro, a comprarse un sugerente bañador para Elena. ¿Dónde? Donde va a ser, en El Corte Inglés.
¿Cuál es el nombre del restaurante donde nos damos el banquetazo y metemos un gol por la escuadra a Joserra a la hora de pagar la comida? Sí, señor: El Mirador de San Roque. Mientras ellos miran, nosotros actuamos. Que ver no veremos, pero comer y estar ojo avizor… eso no falta.
Ir a una terraza para tomarte algo y encontrarte con otro ciego de allí. Tiene ojo la cosa. Ya se sabe lo que es el mundo.
Una señora que se ofrece para ayudarnos. Le decimos que lo mejor es que le tomemos del brazo. Lo va a hacer Elena, pero ella que dice: “no, no; que se coja el señor, que no le dé vergüenza”. Ala, carne fresca, jejeje.
En fin, destellos de accesibilidad por los detalles de Angeles, la guía o las esculturas y braille, pero complicaciones para movernos; cariño por la amabilidad de las gentes con que nos cruzamos y, sobre todo, de Joserra y Ana; y aventura al ir solos, los tres, a la playa (menos mal que dos simpáticas voluntarias de la Cruz Roja están al quite para que no se nos trague ningún tiburón o se pierdan los cieguecillos).  
  
    

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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Volver... Y contar


Hace ya tres semanas escribía mi último correo veraniego.Sí, parece mentira pero ya han pasado y aquí estoy ya de vuelta. De vuelta y con ganas de contar, contar aventuras, emociones ysorpresas. Tres semanas de encuentros, paseos, agasajos y experiencias, en fin.
Y es que para todo eso ha dado mi estancia en Fuentestrún, mi pueblo.
Las fiestas con su pregón y sus buenos deseos de alegría, aunque la música y el calor no me dejasen dormir. La tarde de libros y lectura que, por primera vez, se organizaba y que tuvo como protagonista a Huellas de Luz, un acto cargado de emotividad y evocaciones machadianas. Los paseos en pos de miradores y peñas con aires de leyendas y castros prerromanos. El turismo a Fitero y Tarazona, donde además de disfrutar viajando, ejercí de ciego reivindicativo al encontrarme, cómo no, con una estupenda vitrina cubriendo la maqueta de un monasterio. Y sentirme, por un instante, como aquel campanero de la copla al tañer la santa Bárbara y su hermana tras suspense por si el ciego se descalabraría o no subiendo a la torre.
 La espera de la familia y amigos para recibirme haciéndome sentir importante, con sus felicitaciones por Huellas de Luz. El apoyo de Alejandro como guía y conversador. La generosidad de Angel para implicarse en esa mesa redonda en la que la literatura sería el puente hacia los sentimientos. Mi hermano y cuñada Emilia volcándose para que las cosas saliesen y saliesen bien. Vicente queriendo que predicara con el ejemplo animándome, alentándome. Pablo, con su serena sabiduría enseñándome que el mal necesita hacer ruido para destacar frente al bien, que no hace ruido porque ni hasta eso quiere, haciendo cercanos a quienes partieron al país de los sueños. Y tantos y tantas más.
Con Alejandro, al atardecer, recorría caminos en pos de lugares nunca pisados por mí, mientras él me hacía de brújula marcándome puntos cardinales y pintándome paisajes agostados, anunciando un otoño anticipado.
  Con Ángel me emocioné al comparar versos de aquel poeta sevillano que descubrió el amor en la Soria de olmos y barbacanas con los relatos que son mi primer libro. Un éxito al que no pude resistir que Louis Braille y su código tuviesen presencia, leyendo uno de mis relatos en mi pueblo y entregando al Alcalde un volumen de Huellas. Sé que el maestro francés estuvo allí, en el lugar donde hace 40 años yo aprendía letras y cifras.
Y cómo no, todos esos brazos que fueron mi apoyo para sentirme bien, saberme persona mientras me conducían al bar para tomar una cerveza o a la sombra del parque arbolado que antes fueran eras de trilla.
Fue hermoso, sentir el calor del bronce de la campana, recibir sus vibraciones después de haber escuchado sus sones.
Fue curioso asomarme al mirador en San Felices desde donde se divisa el horizonte de sierras y vegas recordando mi infancia de niño ingenuo cuando mi padre me decía que cierto albañil había colocado un gran pedrusco y cómo yo le creía, figurándome que aquél sería un gigante.
Fue sobrecogedor enfrentarme al viento del norte, al cierzo, por los parajes mientras mi padre y yo avanzábamos firmes cuesta arriba, él con sus 83 años recién estrenados y yo con mi ceguera intrépida.
Y, en definitiva, fue inolvidable esos platos deliciosos, con sabor a auténtico, con tacto de madre maestra y oído de sartenes y perolas repletas de manjares con nombres de migas con uvas y chorizo, ciervo estofado o tarta de queso fresco y mermelada.
Este fue mi verano soriano, el verano en que hubo quienes, a mis 46 años, me descubrían por fin. Y digo yo, ¿no era hora ya, acaso?


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jueves, 16 de agosto de 2012

Vacaciones, ¡al fin!


Sí, vacaciones ¡Al fin! Después de un curso lleno de acontecimientos y éxitos, mañana me marcho de vacaciones hasta el 10 de septiembre. En este tiempo, digeriré tanto como he conseguido, en muy buena medida, gracias a ti. Pasearé junto con mis padres por tierras sorianas y saborearé el cariño de los míos, ingrediente fundamental de las ricas viandas cocinadas por mi madre.
Pensaré también, cómo no, en nuevos retos para el futuro. Seguramente no serán tan altos como los conseguidos en el pasado, pero constituirán nuevos caminos a recorrer tras las metas alcanzadas.
Y claro, espero disfrutar de buenas lecturas y anécdotas con las que luego hacer crónicas y relatos para compartir contigo.
Llegaré mañana y Fuentestrún empezará sus fiestas patronales, en honor a san Pedro, días de júbilo y encuentros, de perolo (sangría con melocotón), aperitivos y comidas de hermandad.
Se anuncia una tarde de libros y lectura, la primera vez que mi pueblo ve algo así, a la sombra de mis Huellas de Luz. Espero salga bien y sea una actividad  que sorprenda. Será otro de los regalos de nuestro libro de relatos.
Y así irán transcurriendo mis días: saludos y encuentros, naturaleza, familia, descanso.
Recordaré, claro, eventos grabados en mi memoria como la puesta de largo de Huellas de Luz, mi contribución a hacer visible la ceguera, los encuentros (quiero destacar el que gocé el pasado lunes cuando conocí personalmente a Amelche, amiga bloguera de años, qué ilusión y qué bien me sentí) y esos viajes de aprendizaje y enriquecimiento.
Como te decía anteayer, deseo que disfrutes de este período veraniego y que, a mi vuelta, sigas ahí, regalándome tus atenciones y afecto porque eres esencial para mí.
A la vuelta seguiremos contándonos y compartiendo.
Quiero finalmente, agradecer a las nuevas personas que estos meses han aparecido en mi vida, dejándome su huella,  por querer hacerlo y seguir ahí al lado. Han sido unas cuantas y esto me da mucha energía. Espero ser digno de ellas y hacer que sigan interesadas en mis batallitas.
Nunca me cansaré de decir y sentir que soy tremendamente privilegiado por tenerte y por poder contarte mis pequeños triunfos porque, haciéndolo, se transforman en grandes.
Me tomaré a tu salud un buen vaso de ese perolo que endulza el paladar y calienta el alma.
Siempre adelante y hasta mi nuevoescritejo.
Un apretado abrazote lleno de luz y fuerza.
  Va por ti.

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martes, 14 de agosto de 2012

El reloj de la estación


Acabo, con este relato, mis envíos semanales de este curso 2011-2012 tan especial. Volveré, claro, a pedir que me dejéis formar parte de vuestras vidas a partir del 16 de septiembre. Hasta entonces, disfrutad, soñad, viajad, sentid.
No faltéis nadie a la vuelta, os necesito.
Que seais protagonistas de encuentros en los que podáis lograr que el reloj se detenga.
Con cariño, como siempre.
Un apretado abrazo de luz y afectos.

-¿Dónde vas? ¿Vienes? ¿Llegas? ¿Partes? ¿Subes? ¿Bajas?
Querría preguntarles, a esas chicas que, mochila al hombro, llevan la ilusión pintada en la cara y en la voz; a ese señor que apenas si puede con su maleta; a esa mamá que pelea con sus hijos para que no se despisten; a esas personas que van desorientadas buscando su destino; a quienes compran el regalo que debieron haber adquirido mucho antes para aquel ser al que le prometieron llevarle algo. Les ve pasar delante de él, mientras instalado solo en la estación, rumia su soledad y su eterna quietud.
Y más aún, lamenta que a él nadie le venga a recibir con besos de laurel y rosas, que nadie le abrace con llanto emocionado diciéndole que se cuide, que regrese pronto y con bien, que le va a echar de menos, que no tarde, que se divierta, que vuelva.
Escucha la megafonía, mensajes impersonales de trenes que están situados en tal o cual andén, vías dispuestas, requerimientos urgentes, controles de acceso.
Imagina. Deja volar el tiempo, cómo no,  nunca pudo hacer otra cosa hasta aquel instante, mientras desearía ser protagonista de alguno de esos viajes. Ha probado a escuchar libros que narran periplos y odiseas, se habría estancado si pudiera delante de escaparates de agencias que prometen paraísos. A él no le está permitido viajar. Su condición le obliga a permanecer plantado allí eternamente.
Y eso que, no pocas veces, le han mirado, se han fijado en él interrogándole, alarmándose.
¿Quién es ese alguien cuyo destino tanto lamenta?
Sí, tic tac tic. Es el reloj de la estación. Lleva puesto allí más de un siglo, a la vez que fue construida. Es verdad, no viaja con los viajeros, pero marca sus viajes. Quizá solo él conozca, o tal vez no, que no todos los caminos llevan a Roma, que los hay que descienden a los abismos del infierno en la tierra, a lugares desoladores donde el horror es aún su principal monumento.
Todo esto es así, él no puede moverse y, no obstante, es imparable, malditas paradojas. Sabe que ahora se viaja distinto, más rápido, más cómodo, más lejos y, sin embargo, él sigue allí, como siempre. ¿Maldecir su destino? ¿Para qué?
Tuvo que seguir avanzando incólume un cierto jueves de marzo mientras la hecatombe rondaba su lugar. Tuvieron que seguir girando sus manecillas cuando se enamoró de la guapa novia que, otro día de domingo, inauguraba su porvenir. Tuvo, en fin, que marcar el siguiente minuto cuando vio pasar a un grupo de niños especiales que saltaban a  lomos de la risa aunque la discapacidad fuera su dueña.
Todo eso se vio obligado a hacer sin detener su curso inexorable, hasta que una mañana de jueves, otro jueves bien distinto a aquel de marzo, al fin lo logró. Él, mejor aún, el tiempo se paró al fin. ¿Cómo pudo ser? ¿Por qué?
A sus pies una anhelante señora espera, mira en su derredor, aguarda. Ya lo ha visto a lo lejos llegar. Un pasajero, ayudado de alguien que toma su brazo, se dirige hasta sus pies.
  Se encuentran. El abrazo que les funde es tan profundo que consiguen lo que ni hecatombes, ni novias ni niños consiguieron.
El recién llegado deja que sus manos se pierdan en la melena de la dama, que vean lo que sus ojos no pueden ver. La dama pasa las suyas por las mejillas de él. Uno y otra miran al reloj, después de ese saludo de eternidad, para darle las gracias.
Y, por una vez, conforme dos personas enlazadas se alejan de él, siente que la magia se ha subido a sus guarismos para hacerle partícipe de un encuentro único. Sabe, además, que les volverá a ver y que siempre que allí lleguen, él tornará a detenerse feliz para que ellos sean relojes que viajen juntos teniendo por agujas a sus corazones.

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miércoles, 8 de agosto de 2012

Avila: la ciudad de las yemas y la Historia


Sí, como os prometí ayer, paso a contaros mi excursión avulense que, junto con Elena, llevé a cabo el pasado fin de semana.
Llegamos en autobús sin problemas, con la consiguiente ayuda para localizar la dársena de la que partíamos, nos va a buscar a la llegada una compañera de Elena que nos lleva al hotel reservado, un fantástico palacio renacentista en pleno centro con un claustro donde disfrutar de tranquilidad, regada con un glorioso tinto de verano. Fantaseo sobre épocas palaciegas (que no para ciegas), galas y boatos.
Hacemos tiempo hasta que llegue la hora de la inauguración. Buscamos un bar para tomar un tentenpié. Resulta que conocen a una ciega con la que, casualmente, tengo muy buena amistad. Ya se sabe… el mundo es un pañuelo y nosotros somos los…
Paseamos a lo largo del tiempo por los lugares céntricos de la ciudad: las calles de la Vida y la Muerte, la de los Reyes católicos o la del Rastro, la muralla, sus plazas del Mercado Chico y Mercado Grande, la de Adolfo Suárez o la de la Santa,. Nos adentramos en su catedral y en la Basílica de san Vicente. Y tenemos ocasión de disfrutar de dos representaciones teatrales al aire libre en el denominado Episcopio, además de dos visitas guiadas, una de ellas teatralizada y recreamos la vida de los místicos san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, cómo no. En definitiva, que no perdemos detalle, lo que hace que uno sienta gran orgullo por hacer turismo aun siendo ciego, desenvolviéndote por un entorno desconocido y disfrutando de la Historia y la gastronomía en un ambiente fantástico de complicidad y armonía.
Nos atienden estupendamente tanto en las visitas guiadas  como en nuestros paseos y paradas en terrazas veraniegas, recibiendo la amable ayuda de gentes anónimas que nos orientan.
Avila está declarada como ciudad de la accesibilidad. En relación con la ceguera, he de hablar de que hay maquetas en el Centro de Recepción de Visitantes, estando éste, además, adaptado con encaminamientos y ascensor que habla. Hay también maquetas en el interior de la Basílica de San Vicente y en el de la Catedral. Estamos exentos de abonar las visitas guiadas. En este sentido, la maqueta de la catedral no la vemos porque no sabemos que existe y la persona que se encarga de controlar la entrada no nos lo dice. Sí cogemos una audioguía que explica en profundidad todo el monumento. La maqueta de san Vicente es de planta, no de alzado con lo que nos decepciona. Echamos en falta encaminamientos para llegar a determinados sitios, folletos en braille y creemos que las maquetas deberían de estar junto a los monumentos representados (nos referimos a la muralla). Es verdad, los semáforos son acústicos.
  Nos traemos de la ciudad la sensación de que es un buen sitio para pasar unos días de vacaciones, muy tranquila para vivir, sin bullicio ni agobios, donde se come de maravilla y se recrea la Historia.
Una amiga de Elena, Lili, nos regala la tarde del viernes y la mañana del domingo, junto con su pareja, invitándonos a degustar una soberbia comida, en su casa de un pueblo cercano. Hospitalidad, acogida, cariño son sus mejores presentes.
El poder asistir a las representaciones teatrales al aire libre, son otra sorpresa no esperada. Por 10 euros podemos disfrutar de “Los árboles mueren de pie” y “Somos tres, un gitano y un marqués”. Aquélla nos parece fantástica por su interpretación y moraleja y ésta es más ligera, una comedia.
Como anécdotas, diré que no nos resistimos a entrar en la catedral (nos habían sentado en un banco para escuchar la audioguía ubicado en el pórtico, pero nosotros queremos más, notar cómo es por dentro, cómo es lo que nos ha contado la audioguía. Entramos, damos una vuelta por ella _es gigantesca_, nos perdemos al querer encontrar la salida, nos topamos con una señora francesa, le pido en su idioma que nos acompañe a la salida, se demuestra cómo la mejor maestra, una vez más, es la Señora Necesidad. No hablaba francés desde hacía años, casi siglos diría.
En san Vicente preguntamos por dónde está la maqueta para tocarla. ¿Sabéis dónde nos llevan? Sí, a donde empieza la “moqueta” y uno que lo que espera tocar es un relieve, lo que pisa es una alfombra. Me digo, “tampoco soy tan importante como para que me pongan la alfombra por donde piso”. En fin.
Compramos las clásicas yemas y otro dulce llamado torrecillas en una pastelería de pro, qué buenas deben de estar. Y yo que tanto cuido mis yemas de los dedos (por aquello de que con ellas leo y veo), me digo que de lo que se come se cría, así que… vengan yemas sin medida. Oh, qué ricas.
En la visita teatralizada, uno de los que participan es hospitalero del camino de Santiago, qué ilusión me hace coincidir con él. no sé, es muy entrañable conversar sobre caminos y peregrinos, sobre ingredientes de entrega y cariño, sobre escritura y cuentos.
En resumen,, un fin de semana espléndido, cargado de emotividad y aprendizajes que te animan a repetir, a ir más allá, a seguir descubriendo lugares en compañía.


  

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martes, 7 de agosto de 2012

Interesante discurso de Elena Rodrigo, todo un ejemplo

El pasado fin de semana, por si me había sabido a poco el viaje cracoviano, tuve el placer de disfrutar de otro periplo, en este caso a la castellana ciudad de Avila. Mañana os haré la crónica de lo que Elena y yo conocimos y disfrutamos.
Pero hoy quiero compartir aquí el discurso que ella, siempre siendo ejemplo, pronunció para inaugurar la exposición itinerante "Arte numismático sin barreras" que BBVA, su banco, lleva organizando desde el pasado febrero y a la que fue invitada para darle el pistoletazo de salida. SE trata de una muestra de 20 billetes en relieve, tanto el anverso como el reverso, de los que circularon entre 1874 y 1985. Es realmente muy interesante. Son láminas para tocar de un tamaño medio de 1 metro x 1.25 y son todo un recorrido simbólico por nuestra Historia además de un ejemplo de cultura para todos por cómo ha sido concebida.
Vaya, como siempre, mi admiración a ella por su ejemplo y testimonio.

Autoridades del Excelentísimo Ayuntamiento de Avila, representantes de BBVA, medios de comunicación y asociaciones, señoras y señores.
Hoy es un día importante para la Historia: un 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón partía en pos de un sueño, buscar  rutas alternativas para llegar a las Indias. Poco podía sospechar él, que lo que en realidad encontraría, sería un nuevo continente. Debió de superar grandes dificultades para ello y, no obstante, no cejó en su empeño. Tanto fue así, que al fin lo logró, llegó a su meta.
Hoy estoy yo aquí, enormemente honrada y agradecida, para inaugurar esta exposición tan especial para, quienes como yo, somos ciegos. Y como al marino genovés le sucediera aquel lejano día de agosto, tampoco pude yo imaginar, cuando comencé mi trayectoria como telefonista del Banco de Crédito Agrícola, allá por octubre de 1990, que llegaría hasta aquí,a a esta meta. Y lo he hecho, seguramente como Colón debió de hacerlo,  con mucho ahinco, tenacidad y esfuerzo, no sé si con algo de locura también, siguiendo ese lema de BBVA: adelante, siempre adelante.
Y es que esta exposición y este acto de hoy, representan mucho, son el ejemplo de lo que alguien como yo queremos y necesitamos: que se crea de verdad, como BBVA lo hace conmigo cada día, en que las personas discapacitadas podemos aportar mucho a la sociedad, nuestras capacidades y valores, enriqueciéndola. Que las instituciones apuesten por iniciativas en pro de la accesibilidad, como lo viene haciendo Avila, para que, nosotros, los discapacitados, podamos tenerlo más fácil. Y que se nos deje hacernos visibles, aun siendo ciegos, pudiendo estar, participar como uno más, de forma activa y plena en la vida de la ciudad.
El tacto. Ya el propio lema de la exposición lo dice, "prohibido no tocar". Ojalá estta máxsima fuese más común. A través del tacto yo leo y sé cómo son las cosas. Se dice que alguien tiene mucho tacto para indicar que es muy cuidadosa o delicada y, sin embargo, muchas veces cuando yo quiero usar mis manos para ver, no se me permite. No lo entiendo. Si tener tacto en general es ser delicado, ¿por qué yo, que lo necesito para ver, ¿no puedo usarlo? Si la mejor manera de que yo me haga idea de cómo es un monumento, cómo son los billetes, a través de maquetas para ser tocadas, ¿por qué muchas veces, éstas, están en vitrinas que me impiden tocarlas? Gracias a BBVA por hacer maquetas, pero sobre todo gracias por no ponerlas en vitrinas para que sólo puedan ser disfvrutadas por quienes las ven privándonoslas a quienes tenemos que tocarlas para verlas.
Es verdad, va habiendo cada vez más iniciativas en este sentido pero aún una no está acostumbrada a encontrarlas de forma general y, por eso, cuando descubres alguna, la emoción es grande. Ir por la calle y que te digan: "mira, si ahí hay una maqueta de tal o cual edificio", es genial, muy emocionante. Esto es lo que sentí cuando conocí la noticia, en febrero, de que mi banco ponía en marcha esta exposición de billetes en relieve. Gracias de corazón por hacerla posible, por la iniciativa. Que sea la primera de otras muchas.
  Y muchas gracias al ayuntamiento de Avila por hacer que esta ciudad, sea la ciudad de la accesibilidad demostrando que se pueden hacer cosas para todos, diseñándolas para todos y que, haciéndolo, todos ganamos. De verdad, la accesibilidad no está reñida con el diseño, hoy la tecnología permite alcanzar muy buenos resultados y además la accesibilidad, no beneficia solo a los discapacitados, es buena para todos.
Muchas gracias y, una vez más, gracias por contar conmigo. Lo que yo pueda aportar para que otras personas que padecen discapacidad, lo tengan más fácil, serán metas alcanzadas por mí. Se lo aseguro: merece la pena intentarlo, se puede y mi caso, y este acto, es ejemplo claro de ello.
  

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domingo, 5 de agosto de 2012

La que reluce como el sol


¿Quién no se ha sentido, alguna vez mal ante esa prueba que te han embarcado y no supiste o no pudiste decir que no?
Que cuando así suceda, al final, el señor Ilusión salga a vuestro encuentro para devolveros la sonrisa.
Con mucho cariño y de corazón.
Siempre adelante y feliz semana agosteña.

Ella, una vez más, no supo decir que no. No habría querido hacerlo, sabía que no saldría triunfante de la prueba y que no vería recompensado el esfuerzo realizado. Pero, no, no supo, no pudo decir que no.
La animaron, la embarcaron y la sedujeron para que fuese y luego, luego ¿qué?
Que sí, que sí, que todos le decían que se animara, que podría hacerlo bien, que saldría airosa. Pero ella, bien sabía que no sería así. ¿Cuándo aprendería a decir no? ¿Cuándo sería capaz de rechazar algo que ella bien sabía no era lo suyo?
Y el caso era, por otra parte, que en el fondo quería estar. Se sentía ilusionada aunque pudiesen más los nervios, las certezas o el sentirse utilizada.
¿Y si…? ¿Y si, por aquellos misterios de la magia, alguien, quién sabía quién, valoraba al fin su esfuerzo?
Él la conocía bien, era consciente de que la prueba iba a ser dura para ella. Él estaría con ella, sí, pero no podría ser ella. La ayudaría, la aconsejaría, la sostendría, pero… ¿le serviría de algo a ella todo esto? Su aliento, su empuje, su presencia, ¿harían que el trago fuese menos amargo? Lo dudaba.
Llega el instante, su momento. Él se queda atrás, está allí, mas sabe que no vale de nada su presencia.
No, no lo ha hecho bien. No le han dado el protagonismo que le prometieron. Se siente sola, frustrada, triste. ¿Y él? Él también siente lo mismo. Más aún, siente rabia porque la han dejado olvidada. Ya está. Ni una palmada, ni un gracias, ni un vente con nosotros, eres de los nuestros.
¿Y ahora qué? ¿Lamerse las heridas? ¿Llorar? ¿Huir? ¡No! ¡Maldita sea! ¡Disfrutarían!
-Qué valiente es usted. Qué bien se maneja. ¿Y puedo decírselo? Es muy guapa.
-Bueno, no sé. Hago lo que puedo.
-Quien así la ha interpelado se ofrece a contarle una historia. No tiene prisa y le ha caído bien.
Él recomienda al desconocido que no se pierda la obra de teatro de la que ella ha venido a realizar la crítica. Que es muy interesante y que vale la pena.
-Ah, pues si esta señorita está por medio, allí que estaré.
-¿Y qué historia era esa?
-Cuentan que hace muchos años, cómo no, un noble doncel enamoróse de una guapa doncella, hermosa _como la señorita_, dechado de virtudes y promesas. Que el padre de ésta la tenía destinada para simpar enlace de conveniencia y que, sabedor de las pretensiones de aquél,conjuróse para que fuera desterrado allende los muros del burgo. Y que la pareja juráronse  amor eterno. Y que el varón retó al impío progenitor que aunque no lo creyese, nunca dejaría de contemplarla. ¿Y que cómo lo haría? Pasadizos y pozos en casa palaciega no faltaban. Y que así ficieron la dulce pareja hasta ser descubiertos. Y que al ir a ser apuñalados con saña inmisericorde, dos palomas volaron para cobijarse en las estrellas. Y que estas palomas, años después, serían bendecidas con los cuidados de una magna santa, viendo ésta en aquéllas la imagen de Dios. Y que nadie, nadie olvidó nunca que al contemplar cualquier pareja de aves, por humilde que fuera, representaban el triunfo del amor. Escuchen trinos, aletear de pájaros. Siempre que lo hagan recuerden mi cuento.
-Qué linda leyenda. Ojalá yo fuera pájaro.
   -No diga eso.
-Bueno, yo qué sé.
-Ande, ande. Vénganse conmigo que les invito a un refresco en la plaza de aquí al lado. ¿Saben? En ella, una estatua preside el lugar. ¿Su nombre? Teresa.
-Igual nos bendice con su  magia.
-Calla, calla. Que después de lo de esta mañana… ¿Quién se va a fijar en mí?
-Bueno, de momento este buen señor y oye, oye, chica, que nos quiten lo bailao. Que ellos se lo pierden. Se está agusto, aquí, ¿no crees?
 -Pues… no se está nada mal, la verdad.
-Bueno, yo les dejo. Me marcho ya, que veo que he cumplido mi misión.
-¿Su misión? ¿Cuál era? Díganos su nombre.
-¿Mi nombre? ¿Mi misión? Me llamo Ilusión y me encargo de animar a quienes como usted, guapa señorita, se les ve tristones. Ya lo sé, lo sé. Pero, déjese de tristezas, es muy grande lo que usted hace cada día, que yo estoy al corriente de sus hazañas.
-¿Que lo sabe? ¿Qué va usted a saber? ¿Cómo podría ser tal?
-Pregúntele a las aves, a las hojas de los árboles, a los bancos de las calles que la ven pasar cada día con su bastón blanco. Y pregúntele a su compañero que tanto sabe que hasta crea mundos de fantasía y luz.
Y ella, sí, otra vez, sonríe haciendo que el sol brille, porque ella, por encima de todo, siempre será la que reluzce como el sol.

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Cracovia: el viaje de la emotividad

Tal vez alguien de vosotros me echase de menos el domingo, por aquello de que no envié el cuento semanal. Pero es que a la hora en que suelo hacerlo me encontraba escuchando un espectáculo, con cena típica incluida, en el que el folklore polaco era el protagonista.
Así es, entre el viernes 27 y ayer, martes 31,  tuve el lujo de disfrutar de un nuevo periplo viajero al continente europeo para conocer Cracovia y demás.Claro, lo hice maravillosamente acompañado de mis lazarillos viajeros de siempre: Alfonso, Paloma, Elena y Nuria.
Digo en el título de mi crónica que éste ha sido el viaje de la emotividad y es que la característica dominante ha tenido puesto el acento en ella. Más allá de los lugares pisados, ha habido momentos de sobrecogimiento personal que quedan grabados ya en mi memoria de forma indeleble.
Llegamos a la ciudad polaca de Cracovia el viernes por la noche, tras hacer cambio de avión en Münic. En su aeropuerto, llamado en honor de Juan Pablo II nos esperaba el coche con el que nos desplazaríamos, un Opel Astra familiar. Sin más novedades llegamos al hotel, nada menos que el Garden Hilton. Prometí este año que no haría como en Estambul, donde mi curiosidad me llevó a abrir botecitos que luego resultaron contener frutos secos y que encima de no comérmelos, me los querían cobrar a precio de jeque catarí (catarí que te vi). Menos mal que la pericia de Alfonso ayudó a que se solucionase el asunto (claro que si hubiesen tenido su rotulito en braille…). Este año por no haber, no había ni bebidas en el mueble bar, debieron de pensar que no era bueno para los ciegos, así que no tuve la ocasión de urgar en botecitos y demás.
El sábado transcurrió por la ciudad. Cruzamos un estupendo puente (ah, siempre cruzando puentes) y atravesar el Vístula, con barcos restaurante, etc. Para subir a la colina Wawel donde se encuentra la catedral y el castillo para, una vez visitados con sus distintas dependencias y tumbas reales, descender en dirección a la plaza del Mercado. A ella llegamos por calles peatonalizadas llenas de tiendas y casas señoriales, incluida la sede del Instituto Cervantes.
La plaza está muy bien, con mucho ambiente, una fuente en el centro y los 2 edificios principales: la Lonja de los Paños y la Basílica de Santa María.
Tras recup’erar fuerzas con una sabrosa ensalada césar y un helado soberbio de vodka con cerezas, nos dirigimos a la Barbacana o torre defensiva de la ciudad.
Y de ahí a la iglesia de san Adalberto para escuchar un concierto de música clásica en un ambiente fantástico. La música, la acústica y la compañía fueron ideales.
El domingo nos fuimos a visitar el santuario polaco de la Virgen Negra de Czestochowa, un lugar cargado de devoción católica. La vuelta estuvo protagonizada por una intensa lluvia por lo que mínimamente pudimos pasear por el barrio judío lo mismo que hiciera Steven Spielberg para rodar su “Lista de Schindler” y, ya sin más, acomodarnos en el local donde presenciamos el espectáculo de música tradicional. Vaya giros de los bailarines, vaya cabriolas y música de polca, vaya aires que se gastaban al danzar, si parecían tornados.
El lunes, volvimos al coche para encaminarnos primero al pueblo natal de Karol Wojtyla, Wadowice, para luego llegar al complejo nazi de la muerte, Auschwitz-Birkenau, cuatro horas de visita, cuatro horas de contacto con el terror industrializado.
Finalmente, el martes, antes de regresar al aeropuerto, conocimos la famosa mina de sal de Wieliczka.
Hasta aquí, la descripción de lugares. Ahora las emociones, mis impresiones:
Nos emocionamos, con alegría, al enterarnos de que en Cracovia los ciegos disponen de 3 maquetas estupendas. Nos detenemos en ellas para ver lo que antes nos habían descrito Alfonso y Paloma. Están fenomenal. Lo que también está muy bien es la audioguía que nos describe la basílica de Santa María, en concreto su retablo mayor, toda una obra de arte en honor de la Virgen.
Nos  emocionamos cuando alguien nos conduce en plena misa mayor, en el santuario de la Virgen Negra, por detrás del altar, para situarnos casi en primera fila junto al cuadro que la representa (por cierto, una sorpresa al saber que no es una estatua, sino un cuadro) mientras se canta en su honor puestos de rodillas y en medio de un silencio profundo. De mi alma brotan sentidas oraciones de gracias por lo que soy y estoyh consiguiendo, además de pedir por tantas buenas gentes como me regalan su cariño.
Nos sobrecogemos al visitar el campo de exterminio. Es verdad, no vemos lo expuesto en las vitrinas (fotografías terribles, ingentes cantidades de objetos personales, cabello, útiles de la vida cotidiana, ropa y calzado), pero sí al escuchar las cifras y lo que fue aquello, pero más aún, al tocar las literas en los barracones, el poste de castigo, el paredón de la muerte, las paredes de las celdas, la alhambrada de espino,  una cámara de gas y un horno crematorio. En el 2º campo, el más terrible, Birkenau, el espacio es inmenso, abrumador. Mi mente visualiza lo que debió de ser todo aquello, las pisadas de la gravilla, los árboles que rodeaban aquel inmenso terreno pantanoso de 170 hectáreas. La guía nos deja una lámina en relieve que muestra la distribución del complejo. Tocamos un vagón de los que transportaban a los prisioneros.
Nos emocionamos, finalmente, descendiendo más de 500 escalones por el interior de la gigantesca mina de sal con galerías y salas enormes pensando en cómo serían las condiciones de trabajo en ese lugar para extraer la sal. No podemos verlas, pero hay esculturas de gema verde o transparente de una gran viveza y realismo.
¿Las anécdotas? A la ida, en el viaje de Münich a Cracovia, en el avión nos obsequian con una bolsita que contiene, a más de un sandwich, un bombón y una galleta, el plano de Londres. Yo pregunto: ¿pero no íbamos a Polonia? Se ve que como se inauguran los Juegos Olímpicos, pues han querido que nos sumemos a la fiesta con el detalle.
La persona que nos conduce en Czestokowa no es un señor. es una monja. Por la voz nadie lo habría dicho.
Elena toca el vestido y diadema a la bailarina del espectáculo y lo debe hacer tan bien, que nos regalan el CD que van dejando por las mesas para que lo compren.
Yo pregunto: "¿es un caramelo esto que me dais? No, es un trozo de ámbar. En fin, siempre pensando en lo mismo.
Damos un paseo por el centro, en coche de caballos, ya de noche: luna llena, alazanes blancos y guapa conductora. Me dicen: “¿quieres tocar el caballo?” Yo digo: preferiría tocar a la amazona, pero como no va a poder ser, pues…”
Cada hora suena, desde la torre más alta de la basílica de Santa María, un toque de trompeta que queda interrumpido en recuerdo de lo que sucedió durante el asedio de las tropas turcas a la ciudad. Paloma se empeña en ver si es un esforzado trompetista o no, quien la interpreta. Mientras ella, encuentra la respuesta, yo prefiero entretenerme en saborear un exquisito helado. ¿Qué queréis? Uno es así.
Por último, al pasar el control en el aeropuerto de Cracovia me obligan a descalzarme. He pitado al atravesar el arco. Me pregunto qué habría sucedido si en vez de zapatos, hubiera llevado herraduras. Seguro que entonces había pasado sin más. Debe ser que estaba destinado a dejar también la huella de mis pies por aquellas tierras. Bien sabéis lo mucho que entiendo últimamente de huellas. Debió de ser que el librillo de marras andaba reclamando su atención.
Viajad, aprended, vivid. ¡Es maravilloso!


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